divendres, 12 d’octubre del 2018

La normalidad nuestra de cada día

La reprobación del rey; la abolición de la monarquía por caduca y antidemocrática. Bueno, bueno, chico, ponlo en la sección de ecos de sociedad, detrás de tribunales.

No van a creerlo, pero lo juro: ningún periódico de Madrid trae destacada en primera esta noticia. No la dan o la llevan al fondo de la página y hablando de las "medidas legales" de Sánchez ante esa "inaceptable" decisión del Parlament. La noticia es una no noticia. Lo que pasa no pasa. Todo normal. España, país en el que la vicepresidenta del gobierno y profesora de derecho constitucional dice que en Escocia no hubo un referéndum pactado. Es como Rajoy: lo que no le gusta, no existe. El Parlament no existe. Pero las reacciones ya traicionan los nervios.

Sánchez afirma que tomará medidas legales ante la demasía del Parlament. El habitual galimatías. ¿Qué quiere decir "medidas legales"? ¿Es que puede tomarlas ilegales? Sin duda, pero no lo diría.  Quiere decir medidas jurídicas y, concretamente, judiciales; pero le fastidia reconocerlo, porque es hacer lo que hacía la banda del PP, "judicializar". El Periódico ya avisa de que pretende meter en danza al obediente Tribunal Constitucional. Lo mismito que el PP. 

Los de Podemos, en una situación chunga. La moción antimonárquica es de los Comuns, o sea los Podemos (o parte de ellos/as) en Catalunya. Y el gobierno central, con el que pactan presupuestos, la lleva al Constitucional. Claro, lo mejor es hacer como los medios, callar. Pero callar sobre la monarquía en Catalunya es callar sobre la monarquía en España y, por tanto, sobre la República. Demasiado callar. Así, Garzón sale al paso de las "medidas legales" de Sánchez y lo compara con el PP , restando importancia a la declaración del parlamento, sosteniendo que es un acto político e implicando con ello que carece de eficacia y es simbólico. Razonando como el TC, pero sin reconocerlo. 

En efecto, es la normalidad misma. Todos los días dos o tres parlamentos del mundo deciden reprobar al jefe del Estado y pedir la abolición de su forma política (la monarquía) por caduca y antidemocrática. Lo más normal de la vida. Rutina. Por eso los medios no informan sobre él. No merece la pena.

La derecha, ya se sabe, pide la aplicación del 155, el cierre del Parlament, la abolición de la autonomía y, si nos descuidamos, formar una cuerda de presos independentistas desde la Plaça de Sant Jaume hasta el Valle de los Caídos. El problema de esta gente es el de Pedro y el lobo. Está dispuesta a sacar los tanques (si funcionan, con permiso de Gila y Berlanga) a nada que un diputado sea zurdo. Y ya nadie le hace caso. Cosa imprudente pues es gente peligrosa. 

El pasmo general lo ha provocado la CUP con su abstención. Es la enésima prueba de que el personal que debiera estar más informado, no tiene ni idea de lo que pasa en Catalunya. La CUP se abstiene porque el Parlament toma una medida en relación con un rey extranjero en un país extranjero. Espero que los cupaires no lleven su sentido del humor a denunciar al Parlament por injerencia en los asuntos internos de otro país. Era una abstención fácil. ¿La hubieran mantenido si con ella el Parlament volviera a no reprobar la monarquía? Con todo, la abstención es un puntazo de seriedad que se hará visible cuando los dos partidos indepes mayoritarios necesiten sus votos para medidas que los Comuns no aprueben. 

Esta es la normalidad. Si el TC admite el recurso y suspende la decisión del Parlamento, ya tenemos otro conflicto abierto. Y también lo tendremos si el TC se inhibe y dice que eso es soberanía parlamentaria porque, a continuación, el movimiento social indepe se movilizará para exigir la materialización de la abolición de la monarquía en Catalunya y su substitución por una República que el Estado español no puede admitir.

Va siendo hora de que se enteren. Así como una inmensa mayoría de la población catalana no queremos al rey, el movimiento independentista no es solo cosa del gobierno o del juego parlamentario. Ni siquiera de los presos y exiliados/as, con todo y ser esenciales. Es cosa de la gente, de la ciudadanía. La ciudadanía manda con una capacidad de autoorganización que el Estado español no puede controlar y mucho menos reprimir, salvo por medios cuya aplicación pondría de inmediato a España fuera del círculo de los Estados civilizados, como ya estuvo a punto de hacerlo la salvaje represión del 1O.