diumenge, 9 de setembre del 2018

Llega la Diada

El viernes era Albert Rivera atacando TV3 y a sus profesionales y mintiendo sobre la cadena. Ayer, Pablo Casado en Barcelona soltaba una arenga a los suyos y los no suyos, daba pintorescos vivas al Rey, a cuyo poder taumatúrgico atribuía incluso el sistema público de pensiones, y exigía del gobierno la adopción de nuevas medidas excepcionales para, según él, restablecer la legalidad en Catalunya. Porque, para Casado y el PP, la legalidad solo es pensable si se suspende la Constitución.

En verdad esta paradoja es habitual en la política española. Solo así cabe entender que los fastos previstos con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución coincidan con su suspensión de hecho mediante el art. 155. Algo intrínseco a la política española y que le da ese aspecto irremediablemente ridículo, berlanguiano: el PSOE llega al gobierno merced a una moción de censura al anterior por considerarlo indigno de seguir gobernando y una de sus primeras medidas es condecorar a los miembros de ese indigno gobierno. 

Están tan asustados con la Diada que llevan las contradicciones y los errores al grado superlativo. ¿Acaso el envío de los 600 nuevos piolines a Catalunya es encajable en la cacareada política de diálogo del gobierno? Como tampoco lo es la campaña en los medios y las redes tratando de difundir la especie de que la Diada será un fracaso.

Desde el principio estuvo claro que los unionistas no sabían a lo que se enfrentaban. Hoy es una claridad cegadora: no tienen ni idea. Si piensan que una Diada con presos y exiliadas políticos va a ser un fracaso realmente no saben ni en dónde están. 

La Diada -y prepárense vuestras mercedes- es el comienzo de la reaparición del protagonista del movimiento: la gente. Ha pasado un año desde el mandato del 1-O. El resultado está a la vista. Todos hemos cumplido. Las cosas han salido. Se han rendido cuentas. Corresponde a la gente abrir una nueva etapa en el proceso, renovando el mandato en los mismos o en diferentes términos. 

Ya pueden los provocadores de C's llenar las calles de matones con cutters o el camarada Casado reclamar la ley marcial para Catalunya. La independencia les pasará por encima. Y al PSOE y a Podemos.

Hasta el final.