Mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Ara volen parlar y dedicado a esa fiebre repentina por el diálogo que ha entrado a los gobernantes españoles, presidentes de gobierno españoles, ministros españoles, reyes españoles, intelectuales españoles...
¿Españoles y queriendo dialogar? Algo muy grave debe de estar pasando para que hasta un Borbón, que solo sabe hablar con salva sea la aparte, diga por persona interpuesta que quiere dialogar con los que no se han doblegado ante su bárbara violencia.
Y ¿qué es ello? Que Catalunya se va; que ya la han perdido; que solo pueden sujetarla mediante la violencia.
Y están tan desesperados que han llamado en su auxilio a la sedicente "verdadera" izquierda, también muy y mucho española y que, por ser española, de izquierda no tiene nada, para que cuente la fabula esa de que hay que apoyar a Catalunya porque esta será la puerta por la que entrará la República en España. La otra "izquierda", la del PSOE y Podemos, es ya dinástica. Es decir, a la "verdadera izquierda" española la causa catalana solo le interesa como medio o instrumento para un fin que considera superior: la de la República en su propio país. La justicia de la causa catalana en sí misma le trae sin cuidado. El fin de Catalunya es sacar las castañas del fuego español.
Y va a ser que no. Está bien que los españoles tengan su República, si se atreven y la consiguen, que no lo parece. Pero no está tan bien que traten de parasitar a la República Catalana. Cataluña es esencialmente republicana y nada tiene que agradecer a España, no solamente a la España monárquica, sino a la republicana. Porque si Franco fusiló a Companys, antes, la República española lo metió en la cárcel.
Aquí el texto castellano del artículo.
Ahora quieren hablar
El Estado español lo ha intentado todo con Catalunya, a falta solamente de la ocupación militar directa, hoy imposible. Nada le ha funcionado y el tiempo se le ha acabado.Intentó ignorar la cuestión a base de menospreciar el procés surgido del vergonzoso episodio del estatuto de 2006. En un último acto de desdén y arrogancia de una clase política nutrida de franquistas y seudosocialistas seguros de administrar el cortijo hispano en sus solos intereses, creían que el relato era suyo por ser el de los vencedoress de la guerra y la transición.
Esa ignorancia despreciativa venía de la mano de la mentira como forma de gobierno de una España desequilibrada política y económicamente, solo sostenible a base de explotar a Catalunya. La ignorancia pública y la mentira se apoyaban en las prácticas de guerra sucia de un gobierno corrupto, sostenido por un partido de ladrones cuyos ministros actuaban como delincuentes.
A su servicio también una batería de medios de comunicación públicos y privados (incluidos los editados en Catalunya), financiados con dineros públicos del saqueo de España para difundir la propaganda catalanófoba en todo el Estado.
Las cohortes de publicistas e “intelectuales” a sueldo del poder, de la iglesia o del Ibex 35 añadían su grano de arena a propagar las mentiras sobre el carácter del Estado español y la verdadera naturaleza de la cuestión catalana. Empezando por la gran mentira de que hubiera una “cuestión catalana” cuando lo que hay, como ya la había en los años duros del País Vasco, es una cuestión española. La cuestión esencial del carácter de España como imperio fallido, nación inexistente y Estado en quiebra.
Y todos, políticos/as del régimen, funcionarios corruptos, intelectuales a sueldo, jueces venales, empresarios, curas y militares de opereta blandiendo amenazas contra Catalunya y augurando todo género de catástrofes si el país prosigue su rumbo a la libertad.
155 es la clave de la respuesta del nacionalismo español más retrógrado a los avances catalanes: PP, C’s y PSOE a las claras y Podemos a las más ocultas, unidos tras la barbarie del “¡A por ellos!” El bloque del 155 quiere convertir Catalunya en un solar en donde las bandas de matones fascistas, financiadas y armadas por los partidos instituciones y autoridades españolas actúen sin límites.
Han recurrido a los jueces a los que han empleado como antaño a los militares: para someter a los catalanes.Y estos jueces franquistas se han prestado al papel de comisarios políticos y verdugos, con lo que han revelado al mundo entero la verdadera naturaleza del Estado español como un Estado fascista tanto si lo administra la derecha nacionalcatólica como si lo hace una seudoizquierda a su servicio.
Llegados aquí, la situación es clara y patente en toda Europa. Un Estado republicano catalán en ciernes hostigado y acosado por una tiranía corrupta basada en la violencia, la persecución de la disidencia y la agresión. Una imagen que ha hecho añicos el escasísimo prestigio que aún pudiera tener España entre las naciones civilizadas del planeta.
En este callejón sin salida se abre ahora paso una voluntad dialogante que se esgrime por doquier: en el gobierno, en los medios y en la casa real. Todo son invocaciones al diálogo, al entendimiento y la concordia.
No se trata de que las ofertas de esta vetusta oligarquía lleguen tarde, como sostienen algunos de buena fe. El tiempo no tiene nada que ver. Es que España no tiene título válido alguno, ni ahora, ni antes, ni en el futuro, para dirigirse a Catalunya con ninguna oferta. Fracasado el intento de aplastamiento a base de apalear, perseguir, exiliar, embargar y encarcelar, el siguiente paso no es ofrecer diálogo, sino marcharse.
Y llevarse de paso la quinta columna de españoles que tratan de frenar la emancipación catalana a base de mostrarla como ejemplo a seguir por el resto de España en un desesperado intento de reconstrucción del Estado. Tratan de evitar con fábulas republicanas lo que sus primos franquistas españoles no consiguieron con sus ignorancias, mentiras, insultos, amenazas y represiones. Pero son los mismos.
Que España suelte a Catalunya de una vez y, luego, si acaso, ya se verá de qué hablan ambas de igual a igual.