Todo el mundo conoce la cita de Virginia Woolf: "en torno a diciembre de 1910, la naturaleza humana cambió". Algo así pasó el 1-O de 2017. Con su expresión Woolf saludaba la llegada del modernismo; nosotros, la de la contemporaneidad. Catalunya sale de la servidumbre.
Pero la naturaleza humana parece haber cambiado. Los tremendos nacional-españoles, siempre tan seguros de sus principios y decididos en sus acciones, amparadas en la benevolencia de los poderess divinos y humanos, se antojan dubitativos, desorientados, divididos entre sí, siempre a la zaga de los acontecimientos.
En cambio, los independes catalanes, generalmente oscilantes, inseguros, quisquillosos, desacordados, parecen ahora avanzar con unidad de falange macedónica. Habiéndose consolidado el liderazgo de Puigdemont (que la prensa, siempre algo mojigata, llama "hiperliderazgo") con una base orgánica de una organización atrapalotodo, estaba claro que tomaría la iniciativa. Ahora la hace valer en el Congreso imponiendo una actitud más dura y crítica del PDeCat.
La política española no existe. El empeño de los partidos estatales de moverse en las coordenadas del Estado y la monarquía, con sus dimes y diretes de la corte de los milagros salta por los aires cuando los indepes catalanes aprietan. La ilusión de Sánchez de haber levantado una coalición mayoritaria se le rompe con los 17 diputados de la minoría catalana. Son estos quienes controlan el parlamento y no los 156 del PSOE y Podemos.
Como se colige del resignado tono de la portavoz Celáa, el gobierno descubre su evidente fragilidad. Y lo bueno es que no sabe por qué. ¿Cómo van los indepes a bloquear los ilustrados propósitos de un gobierno de izquierdas en España? No acaba de creerlo. De los supremacistas cabe esperar lo peor. Pero no es el momento de sacar la artillería discursiva (Le Pen, nazis, xenófobos, racistas), pues se necesitan su votos. ¿Y cómo no van a darlos para causas claramente progresistas? ¿Serán capaces de boicotear la renovación de RTVE?
Naturalmente. La naturaleza humana ha cambiado el 1-O. Cataluña tiene su proyecto propio y en él está concentrada. Lo que suceda en el reino de España ya no tiene un interés de primer orden sino solamente como medio de intercambio para una negociación de mutuo beneficio. ¿Piensa Sánchez que los votos con los que ganó la moción de censura eran votos a él? Bien claro lo dijo Tardà: eran votos en contra de M. Rajoy. A partir de entonces habría de ganárselos. Y ¿qué ha hecho Sánchez desde entonces para favorecer algún tipo de entendimiento con Cataluña? Nada. Ha hecho lo contrario. Ha nombrado un anticatalán visceral como Borrell, mantiene la judicialización del procés, los presos políticos continúan presos y no cesan las medidas represivas arbitrarias en contra del independentismo.
¿Pensaba Sánchez que podría seguir contando con los votos indepes sin apartarse un centímetro de la política represiva del gobierno anterior? Si lo hacía no sabía lo que hacía. Catalunya ha desbordado el marco de la política española. Tiene la suya propia.
Pintan elecciones. Quizá en los dos territorios en que se libra esta batalla, España y Catalunya. Los independentistas catalanes están preparados. Los nacionalistas españoles, no.