Quedó dicho en algún Palinuro de hace unos días: el presidente Puigdemont -que había mantenido prudente silencio en espera de la decisión del tribunal alemán- tenía un plan para relanzar la iniciativa indepe. La condición era que el tribunal decidiera no extraditar y, por tanto, devolverle la libertad de circulación. Habiéndolo conseguido, lanza la CNR con vocación de rasssemblement unitario, se asegura la reticente pero mayoritaria aquiescencia del PDeCat e inicia la constitución del Consejo de la República o gobierno de la Generalitat en el exilio. El mensaje es claro: unidad frente a lo que se avecina.
Y ¿qué se avecina? Eso es materia de augures que son legión en los medios. No lo sabe nadie. Depende de las circunstancias y hay muchas y de grueso calado: la Diada de este año, el congreso de la CNR, el proceso contra los independentistas, por ejemplo. Pero algo sí se puede confirmar: el mensaje de unidad es firme y compartido. El objetivo es dar cumplimiento al mandato del 1-O.
Las fuerzas reportan para la ofensiva. En el ejecutivo, el presidente Torra ha incluido en el orden del día de la comisión bilateral la cuestión de los presos políticos. El legislativo ha decidido ausentarse un par de meses. No estoy seguro de que sea una decisión avisada, aunque quizá se entiende al modo en que el señor Albiol entiende que la gente esté harta. El hartazgo está muy generalizado. Además, quizá la mayoría parlamentaria aproveche el estío para elaborar un plan viable de nombramiento del MHP Puigdemont, allá por el mes de octubre. La unidad es de acero. ERC declara que apoya el nombramiento de Puigdemont si es posible. Y la CUP acude a la cita de la ofensiva, dispuesta a crear "espacios de soberanía", con abundancia de frase revolucionaria y una referencia a hundir el "régimen del 78" que me intriga. Para ponernos gramscianos, a la guerra de posiciones de sus aliados aportan los cupaires la guerra de trincheras. Pero todos van a lo mismo: el mandato del 1-O.
En ese mismo espíritu de unidad ha puesto la ANC en marcha la campaña por las primarias en las municipales, en busca de la lista unitaria, que para unos es el unicornio y para otros el becerro de oro. No ha lugar a pronunciarse aquí sobre el asunto en concreto. Lo que decidan los partidos y asociaciones, bien decidido estará, siempre que la confluencia en el mandato del 1-O esté garantizada. Es posible que no vean con buenos ojos esa transversalidad radical de la ANC, pero estaremos de acuerdo en que la petición de adhesiones es de buena fe; como lo es la de la CNR; como las de cualesquiera otras que provengan de espacios indepes.
La lista unitaria en el ámbito nacional tiene otro aspecto y ambición. La fuerza de la Crida no reside únicamente en su transversalidad, que puede ser más o menos real, sino en su compromiso constitutivo de ser una organización a término, que se disolverá una vez logrado su objetivo, la República Catalana.
Frente a la ofensiva del verano, como se ve tan bien preparada como la del Tet en Vietnam en 1968, la parte contraria, el nacionalismo español, no ofrece proyecto o propuesta positiva alguna o, si lo hace, el presidente Puigdemont acaba de decir que él connait pas. Ninguna propuesta constructiva, fuera de las rituales invocaciones al diálogo del presidente Sánchez, compatibles con el manifiesto propósito del ministro de Asuntos Exteriores de impedir la apertura de las "embajadas catalanas" del Diplocat o vuelta al 155.
No hay propuesta positiva alguna, pero sí hay medidas negativas, represivas. Los tribunales acaban de negar la libertad provisional a dos presos políticos y prohiben la exhibición de banderas esteladas en los espacios públicos bajo responsabilidad de las instituciones. Es una decisión política que trata de vaciar estos espacios de los pronunciamientos de la ciudadanía, que trata de expulsar al independentismo de las calles. Es un ataque a la libertad de expresión.
Para octubre está prevista la apertura del juicio oral o última parte de esta juerga político-judicial a la que nos ha llevado la disparatada instrucción del juez Llarena dictada, sin duda, por su convicción de que los jueces interpreten las leyes según sus ideas políticas. Estas solo le parecen rechazables si son "radicales" y no como la suya que es radicalmente moderada. Lo que le lleva a pedir al gobierno intervención política en un procedimiento judicial en Bélgica. Algo tan divertido como aquel de cuando pidieron a Alemania los nombres de los agentes que habían detenido al MHP Puigdemont, ¡para condecorarlos!
Y si de los jueces, siempre moderados, pasamos a los políticos, se llega a lo sublime. El joven líder en agraz del PP quiere reconquistar Cataluña, para lo cual pretende meter en la cárcel a todos los independentistas, acusados del nuevo delito de "sedición impropia" que consiste en alzarse sin alzarse. O sea, en hablar. Estos andan siempre con una mordaza en la mano.
¿Se le ocurre a alguien algo mejor que convocar elecciones anticipadas? Sí, dicen algunos: implementar la República por la vía de hecho. Correcto. Eso requiere desobediencia y el problema con la desobediencia es la cantidad, como decía Paracelso del veneno. Hay un umbral de desobediencia a partir del cual reaparece el 155. Y la cuestión es que el govern puede perder la competencia de convocar elecciones. Es más, quizá no haya ni govern en libertad. Y las elecciones postpuestas a las calendas, como quería Sánchez en su fiebre pro 155 no hace mucho.
Asoma en el horizonte el fantasma del Ulster, pero más como amenaza y como chantaje. El independentismo es pacífico y mayoritario; el unionismo es violento y minoritario. Aunque tenga el apoyo de las instituciones y partidos españole, nunca prenderá la violencia een Catalunya salvo la que venga del Estado en sus proteicas manifestaciones. Por lo demás, el peso del Ulster en Gran Bretaña no es ni por aproximación equivalente al de Catalunya en España.
¿Cuánto tiempo puede permitirse España tener bajo una ocupación prácticamente militar a Catalunya?