A ver, que estamos en verano. Época de ensoñaciones, sobre todo de noche, cuando el mundo se llena de Oberones y Titanias. El verano tiene su literatura, como la tienen las demás estaciones. Pide relato corto, vivo, a ser posible con algo de intriga y de misterio. Para llevar a la playa o a la veranda de un balneario suizo. A fuer de catalán, Palinuro se ha hecho transversal. Relatos con algo de chispa, que la calor apelmaza; relatos con pointe, que se decía en las justas satírico-literarias del XVII francés en las que igual te llevabas un pareado que una estocada.
Así que eso propongo: un relato de verano. Pero no un sueño sino una visión. De ahí el título del Código Secreto que espero intrigue para leerlo. El drama del escritor moderno: atrapar la atención volátil del lector. Y siempre que se habla de secreto se asegura el interés público. Nada moviliza más a la peña que los secretos. A ver por qué si no se orienta a las andanzas del rey dimisionario y la lista de los treinta y un mil y pico defraudadores. Porque son secretos que no debieran serlo.
Pero no adelantemos acontecimientos por más que es práctica literaria socorrida. Empezamos con una consideración sobre la política catalana. Esta recuerda mucho una opinión muy generalizada en Catalunya y fuera de que los catalanes hablan catalán entre ellos solo para fastidiar. Claro, hablan con otro código, pero lingüístico. No una clave para transmitir información militar. No importa: lo hacen para fastidiar. No es cierto, pero da igual. Lo mismo pasa con la política catalana. Es tan complicada que parece ajustada a un código incomprensible al menos en Madrid, en donde ya no saben qué pensar y vuelven a creer que, como son catalanes, hacen política para fastidiar.
Aquí tenemos al PDeCat aprobando hacer efectiva la República ya mismo como si fuera la CUP. Un momento, pero el PDeCat, se asombra el nacionalismo español, ¿no es el heredero refundado de Convergencia, catalanes/españoles de toda la vida? ¿No es el partido de Mas y Puigdemont, el de la burguesía catalana del 3%, gente en la que confiar? Es más, dirán los de Podemos, tan españoles como los otros pero sin saberlo, precisamente porque el PDeCat es el partido de la podrida burguesía antiobrera y antipopular el independentismo es una patraña burguesa en la que los fieles seguidores de la verdadera izquierda no deben caer. La izquierda española no admite más nación que la suya (que, por cierto, no lo es) porque es internacionalista. Si este razonamiento les parece una sinsorgada, vayan a los textos "nacionales" de las moradas/os.
Y, sin embargo, ahí lo tienen: el PDeCat aprueba una resolución típicamente cupaire con absoluto desparpajo. Tal cosa viene acompañada del habitual barullo catalán sobre dónde se pone cada uno, si Pascal, si Bonvehí, si Turull, Rull, etc. No haya problema, al final se pondrán de acuerdo.
Vaya, hombre, entonces ¿resulta que el PDeCat, como ERC y la CUP rechaza confluir (verbo de moda en hispánicas tierras) y mantiene su singular identidad? Y ¿quién se suma a la Crida del presidente? Eso se verá en las entregas siguientes. No hay relato de verano sin un suspense que incite a leer lo posterior. Pero, en lo esencial, dependerá de cómo actúe el presidente Puigdemont. Si su propósito de confluencia se frustra tendrá que optar entre su militancia en el PDeCat y la dirección o presidencia o liderazgo (como quiera llamarse) de la Crida. Toda decisión tiene algo del dilema de Hércules porque no hay repetición. Y algo sentimental; la vieja militancia y los recuerdos de la infancia. Si te equivocas, no tiene arreglo.
La dirección de la Crida, sin incorporación orgánica alguna, puede tener un aspecto positivo en la medida en que consolida su afirmación de ser una organización suprapartidista. Tan supra que no tiene ni un solo partido. Una ventaja de poco fuste. Mayor es la que tiene manteniéndose como Crida en una constelación de partidos políticos muy desiguales en todos los sentidos. La Crida sería entonces el partido de los sin partido. Pero partido. Esto no está claro por cuanto hay un propósito de convocar un congreso constituyente en septiembre en el que una de las cosas por decidir es convertirse o no en partido.
Aun admitiendo la igualdad de trato de la Crida con los partidos más o menos convencionales, hay algo definitivo que la diferencia de los demás: tiene fecha de caducidad. Habiendo alcanzado el objetivo propuesto, la República Catalana independiente, la Crida dejará de existir. No hay prueba más contendente de que los promotores desean la República Catalana, pero no quieren pronunciarse sobre su contenido. Eso es cosa de los partidos que prevén, obviamente, sobrevivir a la realización de la República para orientarla en uno u otro sentido. Lo cual es muy legítimo, pero secundario, no en lo cardinal sino en lo ordinal. Es como se dice en una de las increíbles canciones de Bertolt Brecht, algo como sobre la insuficiencia de las cuestiones humanas: "primero viene el comer; luego, la moral". Primero, la República; después, ya la vestiremos. Si el bloque independentista no fuera fiel reflejo de una sociedad desarrollada, compleja y conflictiva no sería nada.
Y llegados aquí, curiosa y curioso lectores, ¿de qué va esto? De una pregunta: ¿cómo se organiza ese rompecabezas de la política catalana en el que las piezas, a primera vista, no encajan? Muy sencillo, gracias al código secreto. El código secreto es el resultado de una conjura independentista, acordada en una noche de angustia y esperanza del 30 de septiembre al 1 de octubre de 2017, más conocida como 1-O. La clave con la que se abre el código y se entiende a la perfección la endemoniada política catalana es esta: Mandato 1-O. Aplicando esta clave el mensaje se lee: la unidad no se rompe. Seguim.
Si les ha gustado el relato, encomienden el alma del infeliz relator a San Ramón Nonato, su patrón y rescatador de cautivos.