Sánchez se ha lanzado a la piscina probática, fiado en la leyenda de curación y purificación. Presenta su iniciativa como una obligación moral de librar al país de una especie de maldición: un gobierno corrupto e incompetente y muy pegajoso, por cierto. Hay una especie de convicción general de que la salida del gobierno y el partido de la Gürtel y de su presidente, M. Rajoy, el de los papeles de Bárcenas, es un requisito para abrir una época nueva de normalización y regeneración democrática. Es el espíritu de un artículo de Angels Barceló, en pro de un sí a la moción de Sánchez o el de Jaume Roures, quien espera diálogo de un triunfo de la moción.
No obstante, la moción no tiene garantizado el triunfo. Los "contactos" de Sánchez están condicionados por la actitud de su partido en lo catalán y su fuerte compromiso propio con el 155. Es lógico que se niegue a los detalles y plantee la iniciativa en el terreno de los principios. Pero también es lógico pensar que, al no negociar nada, está pidiendo un cheque en blanco, cosa delicada vista la trayectoria del personaje. Para conseguir el voto ajeno no basta con echar al PP; es preciso especificar en qué va a cambiar la política del gobierno y del Estado. Con C's ya a la contra, la moción depende de los independentistas y, además de estos, del PNV.
Hay una polémica en el seno del independentismo ERC parece dispuesta a apoyar la moción por el criterio dar prioridad a la salida de M. Rajoy. PDeCat es reticente y la ANC, por boca de su presidenta, Elisenda Paluzie, contundente: les da igual quién presida el gobierno español. Es la tesis de los dos países y cada uno a lo suyo. ERC piensa que arrastrará al PDeCat, pero eso no está garantizado. La verosimilitud del argumento de que, para Catalunya, Sánchez pueda ser peor que M. Rajoy la ha alimentado el propio Sánchez, guerrero de la reforma del Código Penal para ilegalizar el independentismo. A su vez, el PNV vacila, como siempre, entre el deber y el interés. Y vacilando sigue. Luego de zascandilear largo rato, como acostumbra, C's parece decantarse por apoyar a la Gürtel votando en contra o absteniéndose ya que su interés ha pasado a ser elecciones inmediatas.
Todo ello forma negros nubarrones en el horizonte del PSOE. La moción puede fracasar. De hecho ello no cambiaría gran cosa en el caos actual, salvo la esperable crisis interna del PSOE. Una más.
Porque el fracaso de la moción no tendría por qué venir seguido necesariamente de dos años más de esta catástrofe bíblica del PP. También podría materializarse otra operación de tintes sórdidos pero posibles: una llamada "moción instrumental" para convocar elecciones, presentada por C's, a quien Podemos prestaría los tres diputados más necesarios. Digo sórdidos porque esta alianza o unidad de acción es la que Podemos rechazó como pretexto para votar "no" a un gobierno de Sánchez en 2015 y la que, en cierto modo, ha estado presente para no sumar C's a una moción presentada por PSOE y C's.
Pero lo de sórdidos es suave en exceso cuando se mira desde otro lado: si la moción de censura de Sánchez fracasara y, en cambio, triunfase otra "instrumental" Podemos/C's, estos partidos pillarían al PSOE en mitad de una crisis, sin secretario general o con uno muy mermado y quizá se hiciera realidad el anhelado sorpasso. Si esto tiene algo que ver con el interés general es cosa que queda a juicio de cada cual. Porque esa moción tendría menos votos que la del PSOE con lo cual, en efecto, el fracaso de la moción del PSOE conduciría a dos años más de gobierno del PP.
Torra ha desbloqueado la formación del govern y lo ha hecho de modo muy combativo anunciando una querella por prevaricación contra Rajoy a lo que de inmediato seguirá la petición de levantamiento del 155. Lo que venga a continuación dependerá del resultado e la moción de censura y de las probables elecciones generales. En las cuales se planteará la misma cuestión que ahora de si los independentistas deben o no participar en el juego de las instituciones de España que, al fin y al cabo, es otro país.