El gobierno puede, y suele, decir misa. Después de los bulos de ayer sobre lo que de verdad había dicho Forcadell, al final parece que cabe considerar una victoria su compromiso de no actuar en contra de la Constitución. Ya no se habla de acatamiento, lo cual es extraño en el país de la tradición colonial según la cual la ley "se acata pero no se cumple". Es lo que llevan cuarenta años haciendo con gran parte de esa Constitución que ahora hay que acatar para que el inquisidor te devuelva tu libertad.
Queda clara la naturaleza política e inquisitorial de los procesos, corroborada al prohibirse a la presidenta del Parlament asistir a la manifestación de hoy contra el 155. Hablen ustedes de derechos de ciudadanía. En todo caso, haya dicho lo que haya dicho Forcadell se acoge al beneficio universalmente reconocido del Eppur' si muove galileano. Llamar a eso una "victoria" también mueve, pero a risa. La que suscita este gobierno, acostumbrado al ordeno y mando o la componenda de la corrupción, metido de hoz y (mucha) coz en un lío interno y externo que ya no controla.
En fin, si el triunvirato nacional español y sus españoles jueces creen que han avanzado un milímetro en ese camino que no saben a dónde lleva es porque toman sus prejuicios por realidades. Llamar retorno a la normalidad constitucional a una situación con presos y exiliados políticos, un movimiento masivo de resistencia pacífica y democrática con una visibilidad pública enorme y un próximo resultado de unas elecciones que se augura desastroso para el nacionalismo unitario español, es estar en la luna.
Los medios se suman al juego sucio de las imágenes trucadas y las campañas de todo jaez, y la prosa flamígera de fiscales y jueces califica de "turbas" o de acciones "tumultuarias" las manifestaciones independentistas de uno u otro tipo. Pero es inútil. Como inútiles son las continuas provocaciones de las bandas nacional-españolas en busca de episodios callejeros violentos. Darían algo porque hubiera un Carrer borroko. Pero la revolución catalana es masiva, transversal, democrática y pacífica. Porque es una revolución. No va a detenerse porque los tribunales encarcelen unas docenas de independentistas. Es posible encarcelar un pueblo. Franco lo demostró durante cuarenta años; pero primero tuvo que masacrarlo. El requisitode la masacre falta aquí y no se puede encarcelar al pueblo. Y mucho menos disolverlo, según reza una conocida burla de Brecht.
La cuestión de la(s) candidatura(s). Palinuro fue uno de los primeros en proponer "lista de país", con algunas razones mejores o peores, pero invocando la primacía de la unidad. Luego ha resultado que no era ese parecer compartido y se ha formulado la cuestión de las listas por separado. Dada la naturaleza ambigua de la convocatoria, que es elección autonómica y referéndum al mismo tiempo (aparte de ilegítima, por supuesto) las dos posibilidades son razonables siempre que ambas mantengan el compromiso de la unidad, al coste que sea, incluso el de la venida del reino de los justos.
Aparte de tener muy buena imagen, la lista de país presenta la ventaja para los que somos más perezosos de no obligarnos a elegir opciones en concreto. Pero, si hay que hacerlo, se hace. En el bien entendido de que la individuación en partidos surge de la imposibilidad de la lista de país. Si esta vuelve a ser posible, de esperar es un serio esfuerzo de todas.
Leo que la CUP ha ido a visitar al presidente en el exilio. Deber de cortesía muy de agradecer y de alto voltaje político porque significa una manifestación de unidad y, se quiera o no, un reconocimiento del liderazgo del presidente. Hubieran hecho lo mismo con el vicepresidente de no estar este privado de libertad. Hay en estos actos un espíritu y una argamasa de unidad que blinda el movimiento. Esa unidad no puede romperse por intereses de partido y menos de personas. Una lista de país tiene que ser representativa del país.