Este asunto de los muertos está saliéndose de lo normal, desembocando en un puro nominalismo de si alguien y quién amenazó con "muertos". Y es asunto absurdo porque lo importante no es el sustantivo "muertos", sino el verbo "amenazar". Es obvio que, aunque solo Puigdemont hubiera pronunciado la fatídica palabra, en su boca no supone una amenaza sino, al contrario, la constatación de sufrirla. ¿Del otro lado nadie ha pronunciado la palabra expresamente? Es posible. Pero sí han amenazado y mucho. La insistencia en responsabilizar a Puigdemont de las consecuencias del 155, obviamente lleva implícita la posibilidad de violencia con resultado de muertes. Tampoco habría sido tan extraño que se hubiera producido algún caso durante la brutal actuación policial del 1/10. Todo cuanto han hecho los independentistas tanto en el govern como fuera de él, ha sido evitar a toda costa toda forma de violencia.
La expresión "los muertos encima de la mesa", si está literalmente recogida, no es muy afortunada. Trae a la memoria expresiones similares de los tiempos de ETA y eso es un verdadero desatino sobre todo porque es interpretativo e innecesario. No sé si alguien habló de "muertos" específicamente pero es harto improbable que los pusiera "encima de la mesa".
Ya decíamos ayer que el camino a Ítaca es largo y lleno de aventuras. Por eso conviene mucho vigilar el comportamiento durante la travesía para no añadir dificultades internas a las ya abundantes externas. Que las incomprensiones internas no se sumen a los lestrigones, lotófagos, cíclopes y otros peligros. Los planteamientos de Marta Rovira, al menos los recogidos por la prensa, pueden parecer desconcertantes; no por erróneos o impropios, sino por razonables. Por eso es importante hacer lo que se llama "pedagogía democrática".
La falta de lista única ya fue un primer contratiempo. Si esta ausencia se combina con la impresión de que tampoco hay unidad de acción, la cosa se complica y esa pedagogía se hace urgente. La idea de Rovira es que todos están trabajando por la restauración del gobierno legítimo de Cataluña. Lógicamente, cuando eso suceda, su composición concreta dependerá del resultado que cada cual de sus componentes haya obtenido en las elecciones. Así, si los números dan, es perfectamente posible que el presidente sea Junqueras y perfectamente legítimo y es de esperar la aquiescencia de las otras dos fuerzas políticas inependentistas. Pero, si los números dan otra posibilidad, también es perfectamente posible y legítimo que lo sea otro, Puigdemont, por ejemplo. Y bastante probable, dado que la lista del presidente se acerca más al modelo ideal de la lista de país que la de ERC. La cuestión es que, si tal es la opción que se impone, también de esperar es la aquiescencia de las otras dos fuerzas independentistas.
Y a eso es a lo que ha de hacer referencia el discurso. Cuando Rovira dice que están coordinados conviene recalcarlo pedagógicamente, para dejar claro que el objetivo final es el mismo.