Los enfrentamientos son crónicos en esa izquierda que gusta de verse como la izquierda de la izquierda. Está en la tradición comunista, viene de las infinitas peripecias de IU, hoy incómodamente adherida a Podemos bajo el nombre de Unidos Podemos. En la mayoría de los casos son conflictos de base personalista, más o menos disfrazados de controversias teóricas, diferencias tácticas, desacuerdos estratégicos y envueltos en palabrería sobre democracia, trasparencia, militancia, lealtad. En el conflicto actual se exhiben discrepancias por así decirlo "nacionales", pero en Castilla La Mancha son autonómicas.
Siempre hay alguna razón para la fragmentación, habitualmente ideológica.Y no es cosa de entretenerse averiguando el fondo de las discusiones, generalmente brumoso. Solo de señalar la lamentable imagen que UP proyecta como un mosaico de desavenencias, una especie de nave de los locos, cosa que el electorado castiga retirando el voto.
Y no es solo propio de Podemos. Como ejemplar caso práctico, ahí está ese nuevo flamante partido de la izquierda, animado por Garzón y Llamazares, con el apoyo de doscientas personalidades, probablemente más que militantes. Actúa, el nombre del partido, está ya inscrito en el correspondiente registro del ministerio del Interior, si bien aclara que nace sin voluntad electoral. Un partido político que no se presenta a elecciones de cuyos resultados depende la financiación pública tendrá que sostenerse con sus propios recursos y no es aventurado augurarle corta y anodina vida.