Los editoriales de El País toman siempre partido por una línea política que cabe situar en algún nebuloso lugar entre el neoliberalismo y la socialdemocracia más reaccionaria, estilo Felipe González o Rubalcaba, ambos muy influyentes en el periódico. A veces lo hacen en un estilo tronitoso, en el espíritu de Cebrián, acostumbrado a que todos los auditorios se le prosternen, a veces con veneno disimulado, estilo Rubalcaba o a veces acumulando vulgaridades ramplonas como en esta ocasión. Pero siempre van en contra de la izquierda y, por supuesto de la unidad de esta, fenómeno que el diario considera el peor de todos los males. Probablemente lo único que ponga más de los nervios a estos ideólogos del periódico de PRISA es la idea de la independencia de Cataluña y la República Catalana. Ahí ya, directamente, los plumíferos muerden.
En esta ocasión, de lo que se trata es de meter la hoja del cuchillo en la herida del enfrentamiento entre Errejón e Iglesias, que ambos ocultan con un celo e insistencia que pregonan lo contrario. Como siempre en los partidos. Por cierto, empìeza a ser aburrido el recuento de los factores que prueban hasta qué punto este de Podemos es idéntico a los que pretendía desmantelar: misma mentira sistemática, ocultación, fabulación de realidades internas, propaganda, arbitrariedad en las decisiones, oportunismo y absoluta carencia de principios. E iban a comerse el mundo con promesas salvíficas y milenaristas que han quedado ridículas ante la gris realidad de pasarse los próximos cuatro años calentando el asiento y enfrascados en peleas de hemiciclo que solo interesan a los que opinamos en público.
Pero ese dato es irrelevante. La finalidad del editorial de El País, como dicho más arriba, es ahondar en la fractura de Podemos y apoyar a Errejón a pesar de que hable catalán. Apoyarlo ¿en qué? En la formulación de una línea más abierta, moderna y moderada de la izquierda. Frente ¿a qué o quién? Frente a una visión anquilosada, jerárquica y autoritaria del partido que tiene Iglesias que es una visión leninista. Cuando se ve el partido con los ojos de Lenin (que luego heredó Stalin), se ve del mismo modo todo lo demás: la democracia, la libertad, el debate, etc. La lucha de que habla el editorial de El País, aunque sin mucha idea, es la tradicional en la izquierda entre el socialismo democrático o socialdemocracia y el autoritario o comunismo. Es verdad que, según parece, Iglesias abandonó hace años su militancia comunista y que algunos de sus seguidores no son ni han sido nunca comunistas. Son algo peor, si cabe: compañeros de viaje o tontos útiles. Eso es lo que los lleva a considerar al iluminado Anguita un "referente intelectual".
La finalidad de El País es meridiana: cargarse a Podemos, alimentando las esperanzas de Errejón y los suyos para dejarlos luego en la estacada porque lo que no está dispuesto a admitir es una unión real de la izquierda. Si España fuera un país europeo normal, las broncas y/o desaveniencias internas que hay en los dos partidos de la izquierda podrían resolverse creando un tercero a base de sumar los militantes de izquierda de un PSOE convertido hoy en una banda de usurpadores y los democráticos de un Podemos, anclado en la inopia mental de un comunismo que está tan obsoleto como oculto.
Pero en ambos casos es preciso que los políticos que podrían tomar la iniciativa de explorar un territorio nuevo y prometedor pierdan el miedo a romper las estúpidas ortodoxias que las burocracias partidistas tejen siempre en su propio interés.