Las desavenencias de la izquierda son en buena parte las causantes del marasmo de la política española. Otra buena parte se debe a la resistencia numantina de Rajoy a dejar su cargo para facilitar un entendimiento entre partidos. En alguna de sus salidas de pata de banco, todas ellas contradictorias, Rivera llegó a pedir que Rajoy se marchara como condición para apoyar al PP. Pero la responsabilidad mayor recae sobre la izquierda. Dadas las circunstancias, la derecha no tiene que hacer nada. Lo harán por ella. A Rajoy le bastará con sentarse a la puerta de La Moncloa a ver pasar el cadáver de su enemigo. Y es posible que lo consiga.
El PSOE se ha vuelto contra sí mismo. Los conjurados del 1º de octubre escenificaron un golpe palaciego movido, según parece, por la sospecha de que Sánchez, amparado en la decisión del CF del NO es NO, que muchos de ellos lamentaban, se preparaba para saltarse la prohibición del pacto directo o indirecto con los indepes catalanes y Podemos. Consiguieron la dimisión del SG y pusieron en pie una comisión gestora cuyo objetivo, en realidad, es saltarse a su vez la decisión anterior del NO del CF a base de obligarlo a desdecirse con maniobras tan turbias como el voto a mano alzada en la comisión ejecutiva y el voto secreto en el CF. Y todo para que, abstención mediante, gobierne el PP bajo el liderazgo de ese indescriptible personaje, Rajoy.
Un gobierno que está desmantelando el Estado del bienestar, que ha arruinado la Seguridad Social (con un déficit record este año); endeudado como nunca al país; gobernado de modo autoritario, con desprecio del Parlamento y burla a la opinión pública; amparado la mayor red de corrupción que haya habido jamás, de la que, según los jueces, se benefició directamente el PP. Un gobierno que en todos sus niveles, tiene una enorme cantidad de presuntos delincuentes, muchos de los cuales están siendo juzgados ahora y otros, probablemente, lo sean en el futuro, según vayan produciéndose revelacioness en estos procesos.
El presidente de la comisión gestora, Javier Fernández, ha resultado persona muy locuaz y se ha prodigado en todos los medios, explicando y justificando esa abstención que no tiene por qué defender. Su falta de sentido del juego limpio lo lleva a reconocer compungidamente que "ha faltado diálogo" cuando él no ha dejado de largar desde el minuto uno del golpe. Y con una ristra de falacias y perogrulladas del tipo de "abstenerse no es apoyar", "me comprenden más los de fuera que los de dentro", etc. Coronada por esa afirmación de que "el edificio político del PSOE está muy dañado, pero conservamos el solar". Más que dañado, da el edificio por destruido, por eso queda el solar. Debe de referirse al solar hispánico. Aunque lo decisivo de su juicio es la idea de que comienza la reconstrucción del PSOE, condicionada a su pase a la oposición.
Es el lenguaje de El País, urgido en ocultar el destrozo y embellecer la situación a base de imaginar un gobierno del PP maniatado por la oposición. Este cuadro quiere abrirse camino so pretexto de ser más inteligente que el NO es NO porque opta por el "mal menor" frente a las terceras elecciones. Pero eso de que la abstención es el "mal menor" es un juicio tan subjetivo como el de quien cree lo contrario, que el mal menor son las terceras elecciones.
En todo caso, en los comités, comisiones, corrillos, consejos y conciliábulos de los mandarines la decisión está tomada: abstención. El CF decidirá y, luego, que cada palo aguante su vela. Hay quien votará "no", sabiendo que la decisión final será abstención y quien pide el ostracismo para los votantes del "no". Eso de la democracia es solo para los días de fiesta de guardar. De lo que ninguno habla es de la rebelión de las bases, justo lo más interesante para Palinuro. Los medios la acallan y los socialistas de la gestora la ignoran. Pero está, se ha abierto camino en las redes y ejercerá su derecho al pataleo con una presentación de las firmas contra la abstención y un acto público a la puerta de Ferraz.
Si sale la abstención, será contra la voluntad de una cantidad de militantes que incluso puede ser la mayoría. Y, desde luego, se abrirá un periodo en el que lo que quede del PSOE habrá de recomponerse bajo el permanente chantaje del gobierno de convocar unas elecciones anticipadas (terceras en diferido) y la presión de Podemos por la izquierda, en busca del sorpasso, como única oposición real. En esa actitud de Podemos, que le llevó a votar en contra de la candidatura de Sánchez, está el arranque de la nueva desavenencia de la izquierda, que se mantiene. Es imposible que haya un gobierno de izquierda si lo que Podemos busca es la destrucción de la socialdemocracia.
Y es imposible que, destruido el PSOE, alcance Podemos la hegemonía porque su fusión con IU y sus veleidades radical-populistas lo confinan a una franja de electores relativamente reducida. Con un espacio socialdemócrata huérfano ¿es muy arriesgado pensar que si el PSOE no se refunda de arriba abajo puede salirle un partido socialdemócrata competidor?