Estando servidor de exámenes de la UNED en Córdoba, Ara Llibres me ha hecho llegar algunos ejemplares de mi último libro, La República catalana. Es una imagen muy sobada la que asimila la alegría del autor al ver y poder tocar su libro con la de un padre que por fin ve el careto de su rorro y lo puede achuchar. Muy sobada, pero muy cierta aunque, la verdad, una niña y un libro no tienen gran cosa que ver. Los libros no precisan pañales y a las niñas no se las puede subrayar. Además, un niño es un bien exclusivo, único, y no admiten "tiradas" como con los libros. Quizá algún día alguien los clone pero, de momento, son irrepetibles mientras que los libros se hacen por ediciones y si se reimprimen y reeditan mucho es porque tienen éxito. Hay más semejanzas y desemejanzas. Entre la madre y el hijo se crea una relación también única, profunda, intransferible. Como la que surge entre el libro y el lector, sobre todo si este lo lee y no lo quiere para adornar(se).
En fin, que estoy muy contento viendo y manoseando mis escasos ejemplares de La República catalana que, según mis editoras, estará en las librerías el 12 de septiembre, al día siguiente del Día. Molt, molt simbòlic, oi? Además, va dedicado als meus amics catalans porque, en realidad, ha surgido de la experiencia de mis andanzas por Cataluña y las enseñanzas que las catalanas me han aportado. En él he tratado de explicar en mi lengua el sentir y las razones de los que hablan y viven otra. Sin anteojeras, sin prejuicios y con la mejor intención del mundo. Me gustaría que España y Cataluña se entendieran pero tengo para mí que eso solo sería posible de igual a igual, y me temo que España no reconocerá tal igualdad, ganada a pulso por esos toçudos catalans y, en consecuencia, entre una España que siga sometiendo a Cataluña y una Cataluña independiente, prefiero la segunda opción, la de la república catalana que está por nacer.
Con esa última oración (en sentido gramatical) se cierra el libro.