El editorial de El País es una pieza magistral de retórica a favor de la continuidad del gobierno del PP, el partido "investigado" en diversos procedimientos judiciales penales. Con razón algunos clásicos desconfiaban de la retórica y otros, que confiaban en ella no eran a su vez muy de fiar. La construcción editorial requiere glosa.
Empieza por acogerse implícitamente a la equidistancia. Ni Rajoy ni Sánchez. Muy bien. La equidistancia, concepto geométrico y, por lo tanto, neutro, tiene otros tintes en lo político y moral. Defender la equidistancia entre la verdad y la mentira, la justicia y la injusticia, el torturado y el torturador, el pacífico y el violento, el oprimido y el opresor no está bien visto en general. Y casi nadie lo hace. ¿Cómo entonces justificar la equidistancia en el conflicto hoy planteado sobre si un gobierno -y cuál gobierno- o terceras elecciones? Muy sencillo: reduciéndola a personas. Rajoy y/o Sánchez. Ni Rajoy ni Sánchez. Y ya está. Pero esas personas son lo que son no por ellas mismas, sino por lo que representan y, en consecuencia, la equidistancia vuelve a ser entre lo que representan, lo que simbolizan: Rajoy, el gobierno que hay,lo seguro; Sánchez el gobierno que puede haber. Y ambos coinciden en no querer las terceras elecciones, como no las quiere El País. Aquí se ve, pues, que la equidistancia, además, es falsa; torticera, diría el diario.
Lo más sencillo: de equidistancia entre los dos políticos, nada. El editorial es un ataque continuo a Sánchez, de quien se dice que su camino es insensato que es un viaje a ninguna parte y ya, en el colmo del delirio que ha conducido al PSOE a la irrelevancia. Quien dice esto en serio tiene un problema grave de percepción de la realidad porque a la vista está que, al contrario, Sánchez ha sacado al POE de la irrelevancia y lo ha puesto en la centralidad política. Y la prueba más aplastante la tiene el editorialista ante sus propia narices porque es este editorial. Si el PSOE fuera irrelevante, ¿estarían todos pendientes de lo que hace y dice, empezando por El País?
Hay una explicación para un punto de vista que se niega a ver la realidad: el miedo. El miedo guarda la viña, se dice; pero también nubla la razón con lo que esta puede acabar confundiendo la viña con un baldío. ¿Qué miedo? El que tiene El País a un gobierno de la izquierda y, más en concreto, a Podemos, al que odia de tal modo que ni lo menciona en todo el editorial. Cita una vez favorablemente a Rivera, pero no hay una sola referencia a Podemos o Iglesias. Pero el miedo delata su errónea visión. No se da cuenta de que el irrelevante desde el 26 de junio es Podemos. Iglesias sí lo ha visto y eso le ha encendido más el ánimo en su línea de ataque al PSOE al tiempo que le ofrece alianza.
Pero el editorial no ve la realidad, sino la fantasía del periódico o sus financieros. La fantasía es negar la legitimidad de las terceras elecciones a base dde argucias y sofisterías. Dice que no es aceptable pedir al "cuerpo electoral" que "rectifique las decisiones que ya ha tomado". Pero no se ve por qué no. El cuerpo electoral no es una sola persona; somos millones con millones de decisiones y el resultado no está escrito. Pero es igual, para El País unas "terceras elecciones supondrían un fraude a la democracia que no debe ser consentido". Menudo párrafo. Aquí el delirio llega al paroxismo: ¿quién va a "no consentirlo"?
Para sostener esta cerrada posición, el país echa mano del argumentario del gobierno del PP. Lo cual no es malo en sí mismo porque de algún lado habrá que sacar argumentarios. Pero no al extremo de soltar auténticas patrañas irrisorias como la que dice que es obligado tener gobierno para que el Parlamento pueda controlarlo. Pura doctrina PP porque es el gobierno del PP el que, sin base legal alguna se ha declarado exento de control parlamentario. Pero si les alarma esta muestra de identificación del periódico con el gobierno, lean la siguiente afirmación, suelta, como un mandato, en mitad del editorial: En caso de un bloqueo como el actual, debe gobernar la fuerza más votada.
Es como oír hablar a Rajoy, cuyo desprecio al Parlamento ya quedó patente en la Xª legislatura. Pero El País debería recapacitar sobre esta lógica autoritaria. En un régimen parlamentario gobiernan siempre las fuerzas más votadas (salvo excepciones de gobierno minoritario con apoyo externo), porque si, por "fuerza más votada" se entiende la cantidad de votos populares, una alianza de dos o más partidos en la Cámara puede representar una cantidad mayor de votos populares. La cuestión, en último término, es saltarse el Parlamento o no.
Esta es la preocupada equidistancia del editorial. Por supuesto, en ningún momento se culpa a Rajoy de nada en esta situación de emergencia salvo en algún suave reproche por cabezonería. Ya ven.