Esta noche, a partir de las 22:00 o las 23:00, ya tendremos una primera instantánea de cuáles serán los rostros que poblarán el espacio mediático y hablarán desde el podio del poder en los próximos tiempos. La portada de El País ilustra las colas que se harán para votar con una foto de otra cola para comprar lotería. La excusa es la proximidad de las fechas, pero lleva el evidente mensaje subliminal de que el cumplimiento del derecho y el deber del voto es como si a uno le tocara la lotería. Quién sabe si el gordo.
Las elecciones, eso que los medios llaman "el festival de la democracia", son decisiones colectivas a las que se llega agregando las individuales por cientos de miles o millones. Esas decisiones colectivas, procesadas luego a través de diversas formas de mediación, dan forma al gobierno del país, el que, en principio, ejecuta las decisiones de la mayoría parlamentaria.
Los últimos sondeos antes de que cayera la guillotina de la semana anterior auguraban unas composiciones de las representaciones que prácticamente imposibilitaban la formación de ningún gobierno. Como el interés despertado por esta convocatoria es tan alto, durante la semana de carencia han seguido difundiéndose por las redes unos sondeos llamados andorranos, que han contribuido a calentarlas notablemente con un chisporroteo de contrabando demoscópico, sobre todo a raíz de una encuesta que daba las dos mayorías más elevadas a Podemos y el PSOE y dejaba los lugares tercero, cuarto y quinto a PP, C's y Unidad Popular-IU. Hasta los de Anonymous se han hecho presentes prometiendo información muy perjudicial para C's y Podemos, solo con ánimo de fastidiar, se supone. Pero no se ha cumplido la promesa.
De ser cierto aquel sondeo, quiza fuera posible un gobierno tripartito de izquierda, que podría adoptar varias formas, como uno de tres partidos o de uno solo con apoyo parlamentario de los otros dos, como en Portugal. Coincidiría la realidad con los deseos de Palinuro, cosa siempre grata.Lo primero que este gobierno habría de dilucidar sería la presidencia. Dos líderes pero una sola presidencia. Una pena que España no sea una república como la de Roma que podía nombrar dos cónsules. A veces hasta eran tres los que ejercían el mando en los triunviratos. Es de suponer que el criterio sea el de la cantidad de escaños: aquel que tenga más diputados será el presidente y el otro candidato podría aceptar un ministerio en el gobierno o mantenerse personalmente al margen para no desmerecer su dignidad. De lo que hay que cuidarse aquí es del narcisismo.
Lo importante de un gobierno tripartito de la izquierda será la intensa labor derogatoria del primer momento. Hay que deshacer la reforma laboral del PP, derogar directamente la LOMCE y deshacer una miriada de normas de distinto rango por la que quienes ganaron las elecciones pusieron el país a su servicio. Rehacer la legislación de seguros, la ley de montes y la de costas, retocar la Hacienda, retornar al Pacto de Toledo, restituir la hucha de las pensiones, reformar la legislación sobre medios públicos audiovisuales, revocar lo legislado en el sector sanitario, etc. Ha sido mucho lo que ha destruido un gobierno del PP con mayoría absoluta.
En materia de corrupción seguramente habrá una competición entre las dos fuerzas políticas por saber cuál propone las medidas más eficaces y más rápidas. Y también en cuestión de organización administrativa, que se hará a base de informatizar la totalidad de la administración y subir a la nube toda la información que los ciudadanos puedan requerir sin poner en peligro la seguridad nacional.
En cuestión de relaciones exteriores, en especial en la Unión Europea, no es probable que haya coincidencia completa, aunque sí un acuerdo amplio. Los dos partidos quieren negociar con la Troika, lo que significa que no se parte de un rechazo cerrado y excluyente lo que, en realidad quiere decir que Podemos ha moderado sus primeras intenciones. Como cabe esperar, las relaciones del PSOE con Podemos radicalizará algo al primero y moderará al segundo.
Lo difícil, por no decir imposible, será el acuerdo en la acción de gobierno en Cataluña. Allí en donde Pablo Iglesias promete un referéndum de autodeterminación en un plazo casi perentorio, su aliado en el gobierno, el PSOE, se niega incluso a hablar de referéndum. Que documentos anteriores del partido reconocieran el derecho de autodeterminación, no quiere decir nada. De referéndum, nada. Eso quiere decir que los independentistas seguirán adelante con sus planes y que, de no mediar alguna propuesta nueva y eficaz, habrá un punto de colisión en un futuro no lejano. A lo mejor ese es el momento en que alguien propone un gobierno de de salvación nacional, compuesto por el PP, el PSOE y C's; y se produce.