El próximo lunes, 13 de mayo, como se ve en el cartel de la izquierda, Palinuro dará una conferencia sobre el derecho a decidir y las cuestiones del nacionalismo catalán y el nacionalismo español, titulada la nación como espejo. No voy a contar aquí de qué tratará para no fastidiar el interés y, sobre todo, no asustar a nadie. Baste con saber que trataré de hacer honor al título: la endemoniada idea de nación que es, a la vez, un concepto y un sentimiento, no se puede reducir a propuestas reflexivas, digamos intelectuales porque tiene mucho de intuitivo, inmediato, emocional. Es, sí, reflexiva, pero al modo en que lo son los espejos. La nación nos devuelve una imagen de nosotros mismos cuando nos asomamos a ella. Y es esa imagen la que constituye nuestro nacionalismo, el de cada cual. Por supuesto, espejos hay muchos, cada cual se contempla en el que quiere y ninguno es superior o inferior a otro. Pero todos, como espejos, tienen también aspectos mágicos, no se limitan a devolvernos una imagen que ya conociéramos de otras experiencias, sino que también la interpretan y, de esto modo, nos muestran cómo somos.
La conciencia nacional, la conciencia de nación, es un proceso de aprendizaje. Por eso es tan extraño escuchar a algunos diciendo que no son nacionalistas. Será que ya lo saben todo y no tienen nada que aprender.