Mariano Rajoy ha hecho a su modo balance de su año de gobierno. En un acto en Toledo junto a Cospedal y en el Senado. El balance es: la culpa de todo la tiene la herencia socialista (HS). Las medidas adoptadas son muy duras y producen dolor e irritación, pero no hay otras. Es preciso aguantar, tener paciencia. No es posible arreglar en tan escaso tiempo el monumental desaguisado recibido en la HS. Los resultados se verán, retornaremos a la senda del crecimiento y la estabilidad. ¿Cuándo? Hacia 2014. No me pidan milagros. Bastante lo es bregar con la HS.
Nada; no dice nada. Como siempre. Pero lo hace con altanería y soberbia. ¿Fracasado él? Pero, hombre de Dios, ¿no ve usted cómo nos aplauden Draghi y Merkel, o sea, quienes cortan el bacalao y cómo viene la prima de riesgo a comernos en la mano por debajo de 400?
Sin embargo tanto los medios extranjeros como los españoles son testimonios evidentes, palpables, de un estado de descomposición social, de conflictividad, cercano a la anomia durkheimiana. Hay un clima general de excepcionalidad, de ebullición social extendiéndose como la pólvora entre distintos sectores de problación, un descontento creciente que amenaza con una insurrección popular. Y el asunto no se arregla haciendo declaraciones absurdas ni yéndose de cenas, como hace la dirección socialista, a otorgar premios a no sé qué diputados cuando los de su partido están encerrados en las instituciones en defensa de la sanidad pública, en donde debería ella estar.
¿Es que no ven ustedes que la gente se tira por la ventana o se ahorca forzada por la desgracia; que las cajas -administradas, al parecer por verdaderos truhanes- han estafado a miles de ciudadanos, incluidos los afectados por el 11-M a quienes han birlado las compensaciones?
¿No ven que tienen la calle sublevada, en oleada tras oleada de manifestaciones y protestas, del 15-M, los yayoflautas, los discapacitados (y ya es el colmo), los pensionistas; que tienen a los médicos madrileños en su tercera semana de huelga; a los profesores encerrados en los centros?
¿No ven que España se les va entre los dedos como el agua de la fuente? ¿No ven a los catalanistas haciendo el equipaje y preparándose para una confrontación con el Estado que, se salde como se salde, si se produce, será una catástrofe? ¿No les asusta ahora el fantasma de la España rota, tan conjurado antaño? ¿No ven nada? ¿Están ciegos?
¿No ven a Alfon en la cárcel, en una situación altamente irregular, rehén de una concepción del orden público propia de un Estado policía y no de una sociedad democrática? ¿No ven la resistencia social organizándose contra una política de represión destinada a acallar las protestas mediante la arbitrariedad, el hostigamiento, la provocación y, llegado el caso, el uso indiscriminado de la violencia?
¿No ven la fuerte indignación de la ciudadanía frente a las políticas de expolio de los servicios públicos? ¿No ven cómo esa imagen, sea cierta o no, de los gobernantes saqueadores de los bienes del común en provecho de ellos mismos o sus amigos está radicalizando la sociedad? ¿Cómo hasta el normalmente contemporizador y responsable PSOE se siente obligado a anunciar su firme propósito de socializar cuanto privatice la derecha en sanidad?
No, evidentemente no lo ven. Los dos partidos del llamado bipartidismo del régimen, también conocidos como partidos dinásticos no ven nada ante sus mismas narices porque España fluye como un líquido, como un río sin retorno. Pero, en lugar de deslizarse plácidamente, entre feraces y risueñas riberas, discurre ahora tempestuoso, enfurecido, en una zona de rápidos en la que, en cualquier momento, cualquiera puede abrirse la cabeza. O se la abren.
(La imagen es una captura de un vídeo de la página web de La Moncloa en el dominio público).