En España es patente el entremezclarse de la religión y la política, permanente la presencia de los curas, atosigante la de la iglesia católica. La Constitución vigente, en ese pacato artículo 16.3 en el que se afirma lo que se niega, dice: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
Y aun así, músicas celestiales. El Estado español es, como casi siempre ha sido, católico, apostólico y romano. La excepción es la IIª República y de ahí el odio que esta suscita. ¿Que qué pruebas hay? Veamos:
En lo esencial, la iglesia se financia con cargo al erario público y vía directa e indirecta por valor de decenas de miles de millones de euros. Un dinero que no tributa y sobre el que el Estado no tiene el menor control, ni siquiera cuando se emplea en establecer relaciones laborales que los tribunales rechazan. Eso, en el terreno de la realidad; del pan, pan y el vino, vino.
En el campo intermedio, mezcla de real (pues suben las cifras de negocios) y simbólico (pues llama a los sentimientos de la ciudadanía), el calendario de festividades oficiales es de planta catolica y el Rey, en su mensaje anual a sus súbditos, elige la fecha religiosa del 24 de diciembre en lugar de la pagana del 31.
En el campo ceremonial, ostentoso, puramente simbólico, la religión preside el acto de toma de posesión de todos los altos cargos del país. Y cuando alguno de estos ha de personarse en un evento puramente religioso lo hace como hija devota de la religión antes que como presidenta civil de la Comunidad de Castilla La Mancha. La imagen de Cospedal y Sáez de Santamaría sentadas en el Vaticano con peineta, mantilla y traje de procesión de Semana Santa ayuda a entender cómo ven el mundo los gobernantes. Estos gobernantes.
Dios está con nosotros.
Y lo está de modo familiar, como de andar por casa. Es muy de ver con qué naturalidad encomienda la ministra Báñez la solución al desempleo a la intercesión de la Virgen del Rocío, de la que es muy devota. No se queda atrás la sencilla naturalidad con que el ministro del Interior, Fernández Díaz pide al Papa que rece por España, a lo que el Papa contesta, también naturalmente, que ya lo hace. O la emoción con que la Guardia Civil se encomienda a su santa patrona, la Virgen del Pilar quien, según se dice, se apareció al apostol Santiago en carne mortal. Por no mencionar el goce sublime con que Rajoy hizo entrega del Códice Calixtino a los curas de Santiago, santo este, por lo demás, al que el presidente del gobierno se abraza cuando puede.
Esa intimidad de trato entre el Estado y la iglesia se percibe también cuando esta interviene en los asuntos del siglo. Dado que el contento de la iglesia con este gobierno es completo en los asuntos escabrosos del aborto y los matrimonios gays, Rouco Varela recomienda que se rece por los desahuciados. Mira tú por dónde, menos da una piedra. Un desahuciado con un Ave María parece que fuera menos desahuciado. Algo más práctico, el obispo Munilla, de San Sebastián, pide a los curas que cedan la paga extra a Cáritas. Es un claro ejemplo de la función perversa del bien. Queriendo hacer un bien (dinero para Cáritas) Munilla pone al descubierto que a los curas no les han quitado la paga extra a pesar de que la iglesia se financia con fondos públicos.
Interviene por último en este asunto y lo eleva a reflexión filosófica Aguirre cuando tuitea que no es el marxismo el que ha traido la libertad, sino el cristianismo. Más o menos, pues cito de memoria. Es el maniqueísmo esencial que explica todos los disparates: Marx vs. Jesús. En el medio, la nada. O lo uno o lo otro. Ni Marx ni Jesús titulaba, sin embargo, uno de sus más célebres libros Jean-François Revel, ese clarividente ensayista que estoy seguro fascina a Aguirre. Este, en concreto, profetizaba que la revolución a fines del siglo XX vendría de los Estados Unidos, cosa de la que Aguirre está convencida pues suele repetir ideas y consignas del movimiento libertario. Lo que no encaja ahí es esa viscosa presencia de la religión que, siendo irracional, explica cómo puede sostenerse un dislate como que el cristianismo trajo la libertad. El cristianismo empezó por eliminar la libertad que se encontró en el mundo helenístico y romano tan de cuajo que llegó a crear la Inquisición, un lugar en el que se castigaba al cuerpo por los pecados del alma y las creencias e ideas. Después se opuso siempre -y sigue haciéndolo- a los avances de la ciencia, que es el arma más potente en el camino de la libertad y esta solamente pudo afirmarse en lucha contra la religión y su absurda y tétrica pretensión de obligar a la gente a creer.
Dios está con nosotros. Queramos o no.