En la izquierda somos críticos, discutidores, inconformistas, indisciplinados, rebeldes, poco dados al halago, la sumisión y el "muy bueno lo tuyo, jefe". O debiéramos serlo porque es lo que predicamos. En teoría no soportamos a los pelotas, tiralevitas, aduladores, arribistas, trepas, paniaguados, prebendados y clientes de ningún tipo. En teoría. En la práctica convivimos con ellos y hacemos la vista gorda cuando, como es el caso en este momento, la dirección carece de rumbo, norte e ideas, no se manifiesta ni marca camino en una situación difícil, sino que se oculta detrás de declaraciones ambiguas, pierde la iniciativa, tolera que otros la ejerzan y encaja resignadamente un paulatino declive que permite otear un futuro no lejano de irrelevancia política. Que la querella contra Bankia la haya presentado UPyD y no el PSOE induce a todo tipo de cábalas: ¿tan absoluto es el marasmo que el partido no sirve ni para defender los intereses de la ciudadanía en los juzgados? ¿Tan pringada está la dirección en el expolio de Bankia y demás corruptelas de la derecha que no se atreve a ejercitar un derecho?
El gráfico de la ilustración es una alarma roja de situación límite. Nos gustará más o menos pero las siguientes conclusiones son ya hechos:
1ª) a siete meses de comienzo de una gestión desastrosa, el PP ha frenado su caída y está a 14 puntos de ventaja del PSOE;
2ª) el PSOE pierde 5,6 puntos con relación a su resultado del 20-N que ya fue el peor de su historia y no muestra signos de recuperación;
3ª) aunque el gráfico no lo muestre porque está dentro del universo mental bipartidista, las terceras opciones nacionales, IU y UPyD crecen. En concreto, IU prácticamente duplica sus votos con respecto al 20-N y abre una perspectiva de "sorpasso" a la griega.
De no estar el PSOE ya por entero en manos de prebendados y burócratas complacientes, alguien debería señalar que hay que afrontar una situación en que la gente sigue dando la espalda a la socialdemocracia y precisamente en el momento en que, a causa de la crisis, el único indicador que sube en la escala de autoubicación ideológica es el de la izquierda. Porque estos pésimos resultados no se deben a una conjura exterior ni a la manipulación de los medios (que, por supuesto, es abrumadora y peor que será cuando el comisario político Somoano imparta las directrices ideológicas), ni a una conjunción astral sino que, obviamente, son atribuibles a la falta de decisión, definición y claridad de una dirección cuya labor opositora es borrosa, inconcreta, medio pactista y seguidista.
Sin embargo, parece que el espíritu conformista, la resignación ante lo inevitable, la falta de valor de muchos que temen que, si formulan sus dudas u objeciones, las guardia pretoriana del secretario general los fulmine in continenti, hace que nadie se atreva a levantar la voz... excepción hecha, según se ve, de Tomás Gómez, sola voz crítica del partido al norte del Guadalquivir y a quien la manga de paniaguados que rodea a la dirección actual ya ha intentado laminar en varias ocasiones.
Uno estará de acuerdo con el estilo de Gómez o no, pero es el único que se atreve a decir lo que muchos piensan: que hay que reflexionar sobre lo que está sucediendo antes de que sea demasiado tarde. Con todos los respetos a las ambiciones de Rubalcaba y su brillante hoja de servicios, quizá no sea el hombre adecuado para dirigir el partido. Al menos es lo que parecen pensar los votantes. Empeñarse en lo contrario a tres años y medio vista de las elecciones puede ser un suicidio colectivo.
Sin duda, el equipo actual, que probablemente ve la situación con claridad, trata de reaccionar y acicatea al secretario general para que se haga visible de vez en cuando y sin duda también, las últimas iniciativas de llevar la reforma antilaboral de Rajoy al Tribunal Constitucional o de insistir en la dimisión de esa impresentable especialista en juego sucio, Fátima Báñez, son decisiones correctas, en la buena dirección de que el electorado visibilice algo la oposición del PSOE. Pero llegan tarde. En siete meses de desconcierto se ha instalado el desánimo y el pesimismo tanto en el electorado como en la militancia.
Pero uno y otra -somos la izquierda, ¿no?- no podemos dejarnos acallar por los intereses creados de la facción que arropa a un secretario general y presunto candidato a la presidencia del gobierno que, obviamente, da tan poco la talla como el mismo presidente del gobierno actual para su cometido.
No deja de ser un sarcasmo que, a siete meses de las elecciones generales, el país carezca de gobierno y de oposición al mismo tiempo.