¡Qué distintos son los destinos humanos! Por azares de la vida en un breve periodo de un año o cosa así dos relevantes jueces han ocupado el centro de la atención mediática por razones completamente diferentes, si no antagónicas. El juez Dívar y el juez Garzón, dos personalidades cuyo único punto en común es el de ser jueces y, por tanto, obligadas a un comportamiento por encima de toda sospecha.
Sobre los jueces, sobre la Justicia, pueden largarse parrafadas grandiosas, sublimes, abstractas en las que no hay discrepancia, pues todo el mundo las alaba, aunque luego haga otra cosa. La justicia es el anhelo más profundo y más antiguo de la humanidad, por eso el de juez sí que es el oficio más viejo del mundo. Los jueces son anteriores a los reyes, a los generales. Coinciden un tiempo con los sacerdotes y, en efecto, aparecen revestidos de una aureola sagrada de la cual posteriormente se han (y nos han) liberado. Todo esto y mucho más puede decirse de los jueces y nadie disentirá.
Para encontrar disensión es preciso ir a la práctica, a lo concreto, a la vida real, a ver cómo son y qué hacen los jueces individualmente considerados; no a lo que dicen sino a lo que hacen. Lo cual es muy importante pues cada uno de ellos porta personalmente el conjunto del Poder Judicial. Es decir, se deben considerar las peripecias concretas del juez Dívar y el Juez Garzón.
Dívar ha caído en desgracia por un comportamiento que, si no es penalmente reprochable, sí puede serlo administrativamente, es reprobable éticamente y, desde el punto de vista de la estética, incalificable. El asunto carece de grandeza. Las atribuladas explicaciones del afectado en una lamentable comparecencia pública eran irrisorias. En su despedida Dívar habló de una "persecución cruel y desproporcionada" y hay quien sostiene que todo es una venganza del sector garzonista del CGPJ tomada en frío de quien presidía en último término el tribunal que condenó a Garzón. No suena verosímil pero, si lo fuera, podría tratarse de un ejemplo práctico de evangélico el que a hierro mata, a hierro muere.
Pero ni en esto se salva la peripecia de Dívar. La intervención del gobierno en su favor a través de la vicepresidenta Sáez de Santamaría tratando de presionar a la consejera Uría, pone el asunto en los términos de enchufismo, amiguismo, caciquismo y componenda que tan contrarios son a la justicia como propios del PP. Las aclaraciones de la misma vicepresidenta asegurando que, en los asuntos graves, hay que preocuparse y conversar solo muestran que la dama carece de escrúpulos. El gobierno está interesado en tener un presidente del Tribunal Supremo que dependa de su apoyo para que no lo procesen. ¿Es eso un juez?
En el otro extremo de los casos prácticos, de la vida cotidiana, comprensible para todo el mundo, está la figura del juez Garzón, condenado en firme por el Supremo a 11 años de inhabilitación por el delito de prevaricación. Fue la única condena que prosperó, aunque se intentó condenarlo en otros procedimientos por otras causas como falsedad, apropiación indebida, etc. Todo quedó en nada. Solo se mantuvo la prevaricación y el juez Garzón lleva una intensa vida pública al margen de la carrera judicial.
Sin embargo ayer aparecería una noticia extraña: Garzón solicitaba el indulto, al reconocer que la asociación MEDEL, que lo pedía, lo hacía en su nombre. La noticia era extraña porque pedir un indulto, que es una gracia del Jefe del Estado a propuesta del gobierno, implica reconocer que ha habido delito y, en lo que yo entiendo a Garzón, este sostiene no haber cometido delito alguno. Palinuro comparte esta opinión. Y si uno no reconoce haber cometido un delito (y, en consecuencia, sostiene haber sido injustamente condenado), uno no puede moralmente pedir el indulto. Eso lo hacen quienes reconocen haber cometido un delito. Por ejemplo, Gómez de Liaño, otro juez condenado por prevaricación. Pero no Garzón.
Y efectivamente así es, ahora sabemos que, ante la petición de indulto de MEDEL en nombre de Garzón, el ministerio de Justicia recabó de este información al respecto y Garzón respondió con una carta en la que explica que él no ha pedido el indulto ni ha hecho que otro lo pida en su nombre. Él reconoce, y eso es distinto, que la asociación MEDEL libremente, por iniciativa propia, lo ha pedido en su nombre. Pero nada más. Ese es otro juez, ¿verdad?
(La imagen es una foto de Franconohamuerto.com , bajo licencia de Creative Commons).
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