En la reciente y apresurada reunión del G-7, el tema monográfico ha sido España, la situación española. Pensando que el país está en buenas manos, la bolsa ha subido y la prima de riesgo ha bajado. Sin embargo, la palabra más oída en las conversaciones y declaraciones era "orgullo", el orgullo español. España tendría que pedir el rescate en las condiciones griegas, pero su orgullo se lo impide. A veces la historia funciona a base de prejuicios de este tipo. El de los españoles orgullosos no resiste medio soplido, pero funciona. El criterio dominante ha sido poceder al rescate de España sin que parezca un rescate para que los quisquillosos españoles no se enfurezcan. ¿El procedimiento? Astillar 80.000 millones de euros no al Estado, pues el gobierno no quiere, ni a los bancos pues no se puede, sino al FROB, un ente intermedio y ambiguo que sirve para este tipo de combinaciones.
Es un rescate, blando o suave, pero rescate, y España está suave o blandamente intervenida. Las condiciones del interventor se impondrán a los bancos y ya los bancos las repercutirán después sobre la clientela. El gobierno pinta poco aquí, salvo cuidar de que no haya mucho tumulto en las calles. Es decir, queda para la gobernación interna, con Rajoy como gobernador de la península intervenida, pues también lo está Portugal.
Esta del interior es la parte en la que los españoles lucen ese exotismo suyo tan peculiar de sus viejas tradiciones que maravilla en el exterior. La ministra de Trabajo, Fátima Báñez, al pedir la intercesión de la Virgen del Rocío para acabar con la crisis, es la mejor imagen que el país puede dar a esa Europa descreída y materialista a la que tenemos tanto que enseñar. Y con el ejemplo, como el que va a dar en el Corpus Cospedal, la adelantada de la Cristiandad.
Mientras tanto, Aguirre reduce un 3,3% el sueldo de los funcionarios porque de algún modo hay que hacer frente al agujero de Bankia, en donde su personal lleva años haciendo lo que le parece
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).