Al día siguiente de que toda la educación española en todos sus niveles, y estamentos le haya hecho una huelga sin precedentes y haya salido a la calle en manifestación en el país entero, el ministro de Educación, José Ignacio Wert, se encuentra con un plante de los rectores de las Universidades españolas que se niegan a ir a una reunión de ordeno y mando típica de la mentalidad autoritaria y prepotente de aquel. ¿La razón? Que en ella, por mandato ministerial, no se puede hablar del contenido del decreto-ley recién aprobado y por el que se abre el camino a la destrucción de la educación en España. Bien por los rectores, que han demostrado estar a la altura de las graves circunstancias, cosa que ha quedado clara al decir Wert lo contrario, esto es, que no han estado a dicha altura pues sabido es que quien no lo está, ni a esta ni a ninguna por baja que sea, es el propio Wert.
Los sucesos reseñados ponen en claro el talante de este tertuliano de Intereconomía metido a gobernante. Ultramontano, meapilas, pedante, petulante y botarate, es obvio que, con su comportamiento pone de relieve que carece de los dos requisitos que debieran ser básicos en su ministerio: educación y cultura. Subvenciona los toros mientras suprime ayudas a la cultura de verdad y excluye de la enseñanza a los sectores sociales que más la necesitan y a los que más podía beneficiar.
Su comportamiento arrogante y suficiente, producto de su convicción de valer más que sus conciudadanos cuando tanto intelectual como moralmente, vale menos que el último de ellos y, si está en donde está, es por enchufe y maniobra política, lo acreditan de lo que es, un tertuliano todólogo de tres al cuarto acostumbrado a hablar para los suyos y que los suyos lo jaleen; nada más. Su razonamiento de que no es que las familias no puedan pagar los estudios de los hijos que él ha encarecido y dificultado sino que hacen un cálculo de costes beneficios por el que deciden dedicar sus recursos a otros fines refleja, de un lado, su espíritu clasista y de desprecio hacia la gente del común y, de otro, su servil admiración por los sofismas de la teoría de la decisión racional que solo un badulaque como él aplicaría a este caso.
Hay un hashtag en Twitter pidiendo la dimisión de Wert. Me parece de sentido común. El país no tiene por qué soportar a un individuo que no sabe hablar sin insultar y provocar a la mayoría de sus ciudadanos. Y así se lo han hecho ver la calle por un lado y los más cualificados representantes de la cultura y la educación por otro.
(La imagen es una foto de Irekia, bajo licencia de Creative Commons).