¡Sapristi! No contento con vender a Matas (presuntamente, claro) una etapa del tour de Francia en Mallorca, Urdangarín, según dice Público, vendió a Camps unos Juegos Europeos que aún no han nacido. Y ambos genios de la gestión pública, al parecer, pagaron millonadas por dos invenciones similares a un tocomocho, avaladas sin duda por el prestigio deportivo internacional del Duque y no, faltaría más, por su condición de familiar del Rey, aunque sea agnado. Menos mal que al agnado no le dio por vender al uno la Cibeles y al otro la Torre del Oro. Se las hubieran comprado.
Hay quien dice que este episodio, cuya esencia hunde sus raíces en la gloriosa tradición hispana del lazarillo de Tormes y el Buscón, llamado don Pablos, no afectará en nada a la Monarquía. Pues será porque los Borbones son franceses, porque el caso es demoledor. La Monarquía está en un brete. Y lo que quedaba a los políticos es que la gente descubra que, además de estafadores, son estafados. Porque en este tipo de estafa siempre hay uno que se pasa de listo y otro que lo hace de tonto.