Para no desanimar a la opinión pública, para no antagonizarla o hastiarla o indignarla conviene que el debate político democrático tenga un mínimo de verosimilitud y educación. Si los ciudadanos se desayunan todos los días con una sarta de mentiras e improperios así como algún disparate es lógico que acaben considerando que los políticos no son la solución sino el problema. Lo que no parecen saber estos ciudadanos es que una parte de los políticos busca precisamente ese diagnóstico, en concreto la de los que mienten, insultan y disparatan.
Por increíble que parezca, Rajoy ha salido diciendo que la dimisión de Camps (al que han echado de un puntapié en salva sea la parte) muestra su "grandeza" y pasa de inmediato a pedir la dimisión de medio gobierno y explicaciones por el caso Faisán. De igual modo, el PP prepara cada día un argumentario sobre los temas que los militantes deben sacar a relucir y lo que tienen que decir. En el de hoy se falsean datos del proceso (de Camps) para acusar al PSOE, básicamente asegurando que todas las decisiones procesales, de la fiscalía y los tribunales se han tomado bajo presión del PSOE. Obviamente, una calumnia. En este caso el disparate corrió a cargo de la chupadita del inimitable González Pons.
Esta táctica del PP podría llamarse la del trabuco. Consiste en salir por la mañana temprano soltando alguna barbaridad del tipo de que el ministerio del Interior está presuntamente colaborando con la banda ETA. Se espera que el adversario entre al trapo y pierda el día tratando de demostrar lo obvio en lugar de proponer su propio tema de debate que es, ¿quién lo duda? la Gürtel. Es de manual de comunicación política, donde, como en la guerra, tiende a ganar el que elige el campo de batalla.
Hablar de la Gürtel no es maniobra de diversión, ni cortina de humo, ni ardid alguno sino respuesta a los acontecimientos que se producen de suyo. El nuevo presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra ya ha prometido que publicará todos los contratos de la administración autonómica con la Gürtel. Los mismos contratos que el ejemplar Camps llevaba dos años negando a la oposición parlamentaria porque le daba la gana y hasta en contra de una sentencia del Tribunal Constitucional que le obligaba a hacerlo de agosto de 2010: un año entero en rebeldía ante un tribunal, una de las muestras de la "grandeza".
Pero es que, una vez se hagan públicos esos contratos con la Gürtel, los medios van a tener inspiración para meses, cuando se vea con qué criterios se adjudicaron los proyectos públicos, si hubo fraccionamiento de las cantidades para evitar las licitaciones, si éstas fueron limpias, por qué se inflaron los presupuestos multiplicándose por dos y por tres, si hubo malversación, deviación de fondos, cohechos, financiación ilegal del PP y una variada floresta de otros ilícitos, incluido el blanqueo de capitales, que ya sería el colmo.
Si la oposición se concentra en exigir explicaciones sobre la Gürtel y responsabilidades políticas, el trabuco disparará con pólvora mojada.
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