Camps no dimite porque sea un sacrificado por el bien del partido, ni porque haya una campaña contra él, ni porque no quiera fastidiar las elecciones a Rajoy, ni porque esté injustamente procesado en un procedimiento en el que no haya pruebas contra él. Nada de eso.
Camps dimite porque es un mentiroso, un presunto corrupto y un supuesto delincuente y porque lo han pillado y no puede evitarlo. Se ha aferrado al cargo como una lapa y se ha ido cuando no le queda más remedio. Lo demás son cuentos chinos de este pájaro.
Un pájaro que ha pasado los últimos dos años negándose a hablar, a contestar a las preguntas de la prensa, criminalizando a la oposición, injuriando al Gobierno del Estado, amenazando y mintiendo. El paradigma de un indeseable en el gobierno de una comunidad en el que, como se verá cuando se substancien los procesos de la Gürtel, parece haber estado al frente de una trama organizada de delincuentes que se enriquecían saqueando las arcas públicas, defraudando a todo el mundo, engañando, malversando e impidiendo que hubiera el mínimo control sobre sus fechorías.
Ahora sólo falta que lo acompañen en el camino de la ignominia todos los corruptos que estaban por debajo de él en Valencia y los que están por encima de él en el Estado, todos los cuales son un buen puñado de cargos del PP.
(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).