Zapatero se va como vino, sin estridencias ni alharacas. Su ejecutoria son ocho años de gobierno efectivo: cuatro dedicados a avances sociales que pusieron España a la vanguardia en extensión de derechos de las minorías, de las mujeres y en políticas redistributivas. Y otros cuatro dedicados a frenar y revertir la peor crisis del capitalismo desde 1929, cosa que ha conseguido con tanto éxito que España se ha mantenido incólume mientras otros en torno suyo, como Grecia, Portugal e Irlanda, caían. Como colofón es bastante probable que ETA deponga definitivamente la armas. Discrepancias aparte en unos u otros momentos, Palinuro cree que es un balance brillante.
Enfrente Zapatero ha tenido la oposición conservadora más beligerante, montaraz, deslenguada, injuriosa e histérica que quepa imaginar. Incapaz de encajar el hecho de que perdió las elecciones de 2004 por su estúpido intento de engañar a todo el mundo, pasó los primeros cuatro años insultando sin freno y dando pábulo a los disparates más alucinantes que sus periodistas le fabricaban, y los cuatro siguientes boicoteando todas las iniciativas del Gobierno, obstaculizando la tarea de reencaminar España por la senda de la recuperación, denigrándola en el exterior y saboteando sus posibilidades. Y, finalmente, convirtiéndose en el mensajero de ETA para evitar su colapso definitivo. Todavía ayer ese sueño de la razón que se llama Aznar recuperaba el catón que le hizo aprender en su día el director de El Mundo y sacaba a relucir el agusanado espantajo de los GAL en una de sus habituales felonías.
Tiempo habrá para valoraciones más sosegadas. ¿Cuál cabe aquí en un primer momento? Que Zapatero es un político europeo que cuenta con un partido europeo para hacer frente a una cábila de nacionalcatólicos frenéticos, de franquistas irredentos que tienen tanto respeto por la democracia como por la verdad y que, en un porcentaje apreciable, acabarán en el trullo por corruptos del caso Gürtel.
(La imagen es una foto de Daquella Manera, bajo licencia de Creative Commons).