El cadáver gürteliano salió ayer a la calle en Valencia: sesenta mil ciudadanos/as exigieron la dimisión de Camps, un espectáculo que no ha existido para los televidentes de la televisión autonómica. Menos mal que sólo la mira algo así como un dos por ciento. Con un PP desesperado por impedir el acto, primero pidiendo al juez que lo suspendiera y luego enviando a unos jóvenes a provocar por si podían reventarlo. Por desgracia debieron de dejarse las porras en casa porque no pudieron hacer nada. En tiempos de Franco esto no pasaba porque, con muy buen tino cuartelario, todas las manifestaciones estaban prohibidas sin más. ¿Cómo no se puede prohibir ésta? Es obvio que Camps no distingue entre la dictadura y la democracia. Su comportamiento es el de un autócrata, encerrado en el silencio y la falta de explicaciones. Pero le falla la represión. Puede manipular la información y censurarla como hace a través de su televisión, Canal Nou, con el dinero de todos los españoles. Pero no puede bloquear la red, aunque lo ha intentado, pidiendo que se cierren las webs que publicitaran la manifa. Y no puede reprimir. No puede impedir que la gente salga a la calle a manifestarle su repulsa. Eso va a perderlo.
¿A que ya no hay tanta seguridad en que Camps obtenga una mayoría absoluta holgada el 22 de mayo? ¿A que ya va abriéndose paso la idea de que hasta puede perder? Y la campaña propiamente dicha aún no ha comenzado. Pero, cuando comience, ¿cómo va a hacerla un Presidente que no puede salir a la calle sin que lo increpen ni puede ir a mítines y actos públicos? La Gürtel se lo está comiendo todo. Los estrategas del PP merecen el finiquito porque no han sido capaces de calibrar la reacción de la gente en distintos supuestos. Es posible que el personal guarde fidelidad de voto al PP si, a pesar de la corrupción, ve que se está luchando contra ella o que, cuando menos, se lamenta. Pero resulta francamente increíble que se conserve ese apoyo aun cuando no solamente no se hace nada contra la corrupción sino que los corruptos se ufanan de ella.
Ahora las cosas son difíciles porque se plantea esa problemática opción de sostenella o enmendalla. Pero según pasen los días la situación se complicará más porque en sí misma es noticia: ¿cuánto puede aguantar Camps? ¿Y cuánto unas instituciones a las que Camps está pulverizando? Y pulverizando no sólo en Valencia sino en todo el Estado porque, al mantener vivo el muerto de la Gürtel, estigmatiza la política del partido en todo el país. ¿Puede este partido pedir elecciones anticipadas después del 22 de mayo? Puede; pero ¿debe?
Hay un indicador en nuestra sociedad mucho más potente que toda la batería de encuestas y sondeos, que todo el mundo conoce pero nadie reconoce: la opinión de los mercados y de sus dueños, los banqueros y empresarios. Esos han dado el espaldarazo a Zapatero, por lo menos hasta 2012, lo han armado caballero y le han hecho un feo a Rajoy difícil de superar. La motivación: que está empezando a notarse lo que más teme la derecha política y mediática, aparte del fin de ETA, esto es, la recuperación económica. Si lo dicen los empresarios, puede ser la consabida profecía que se autocumple. La marca España aguanta en los mercados internacionales incluso en el peor de los supuestos: el crack de Portugal. Estos dos índices, resistencia del Estado y apoyo de la patronal, se retroalimentan y hasta es posible que los moodies, que ya están en los tribunales, tengan que meter la inversa.
Zapatero se ha portado bien desde el punto de vista de la elite empresarial y financiera del país. Ha sido más papista que el Papa y ha mostrado dominio de la calle, mucho más pacífica aquí que en Francia y no se diga ya en Inglaterra. En realidad, los que han zanjado el debate sobre la candidatura del PSOE son los empresarios que saben de sobra que quien mejor aplica políticas económicas restrictivas (en el sentido de con menores costes sociales) es la izquierda porque la derecha genera conflicto por overkill.
Y, en todo caso, no van a apoyar al candidato que no sabe distanciarse de la Gürtel.
(La imagen es una página de Público, bajo licencia de Creative Commons).