Diez puntos de ventaja lleva el PP al PSOE en intención de voto, según el último barómetro del CIS. Diez puntos a favor de un partido que carece de alternativa, de programa, y hasta de programa oculto.
A favor de un partido que tiene una pavorosa cantidad de militantes y cargos públicos involucrados en casos de corrupción todos en los tribunales, siendo el más grave de ellos el Gürtel, un tremendo expolio del erario público.
Un partido que se opone cerradamente a toda política de restauración de la memoria histórica y de reparación de las víctimas del franquismo, al igual que a cualquier ampliación de los derechos de los ciudadanos en los terrenos sexual, reproductivo, de minorías de todo tipo y de inmigración.
Un partido cuya unión se basa en la perspectiva del poder ya que, en su interior, los más altos cargos están mal avenidos entre sí.
Cuyo presidente no entiende su propia letra y es incapaz de recordar medida alguna concreta que para remediar el paro juvenil a pesar de sostener que tiene la clave de la solución de la crisis;
un presidente que gana más de 200.000 euros al año información aproximada que el diario Público ha tenido que sacar con forceps, dado el secretismo que la rodea. No consta que Rajoy se haya bajado el sueldo, según pide que hagan los demas. Pero está dispuesto a bajárselo en un 60 por ciento, hasta los 75.000 euros que es lo que ganaría si coronase su sueño de ser presidente del Gobierno;
cuya secretaria general acusa todos los días al Gobierno y al PSOE de cometer delitos, como el de constituir un Estado policial, sin pruebas hasta la fecha;
cuyo presidente de honor y expresidente del Gobierno, Aznar, boicotea cuanto puede la imagen de España en el exterior y en el interior al servicio de intereses privados extranjeros;
cuya presidenta de la Comunidad de Madrid está entregada en cuerpo y alma al desmantelamiento del Estado del bienestar privatizando los servicios públicos como la sanidad o desdotándolos en favor de los privados, como la enseñanza. Su último objetivo parece ser la privatización del Canal de Isabel II, en aplicación de un liberalismo mercantil aparejado con un ultracatolicismo reaccionario, un intervencionismo atosigante en los medios de comunicación y una forma de gobernar de una ramplonería unamuniana;
un partido en el que la concejala de Medio Ambiente de Madrid, la mujer de Aznar, no solamente hace trampas en las mediciones de los índices de contaminación, los más altos de Europa, sino que sostiene que no son nocivos para la salud de los madrileños a partir de su inexistente competencia técnica en la materia;
un partido uno de cuyos eurodiputados, Mayor Oreja, parece la flauta de Bartolo con un agujero solo, el de una fantasmagórica negociación secreta entre el Gobierno y Batasuneta.
No merece la pena seguir. Esos diez puntos de diferencia, según saber convencional, no se deben a la superior atracción del PP sino al disgusto con la gestión del PSOE. Como suele decirse: el primero no ganará las eleciones; las perderá el segundo.
Será así, pero no es mi impresión y la fundamento en una consideración minuciosa del citado barómetro del CIS. Si nos tomamos la molestia de estudiar toda la encuesta, no sólo las preguntas de simpatía e intención de voto, esto es, también aquellas otras que quieren revelar cómo ven los españoles los distintos problemas y cómo juzgan los dos partidos, resulta que la ciudadanía tiene una visión muy realista. La conclusión lógica no da una victoria del PP sino una derrota. Si, a pesar de todo, se dibuja la victoria conservadora, ello se debe a mi entender a que hay un problema de disonancia cognitiva alimentado por el cabreo generalizado con las duras políticas económicas del PSOE. El hecho de que la mayoría las considere irremediables no obsta para que levanten ronchas de las que se culpa al gobierno que es el único que tiene rostro ya que los demás villanos de la obra, los mercados, la especulación, las burbujas inmobiliarias y financieras, las agencias de calificación, la crisis son entes amorfos, anónimos.
A la disonancia contribuye asimismo la conocida espiral del silencio: dado que las derechas son tan vociferantes, agresivas y amenazadoras, la ciudadanía, pacata, se achanta y dice lo que cree que es más seguro decir. Luego ya se verá lo que hace porque el voto, por suerte, es secreto. Y más que la espiral lo que contribuye a la disonancia es que falten 14 meses para las elecciones.
Es decir, una vez más, da la impresión de que el PP está vendiendo la piel del oso antes de cazarlo.
(La imagen es una foto de PP de Madrid, bajo licencia de Creative Commons).