Hay que parar por nosotros mismos, para recuperar algo de la estima perdida en estos ya largos años de retrocesos y concesiones ante el ataque del capital.
Por nuestros hijos, para que no hereden un mundo en el que sus padres dilapidaron lo que sus abuelos consiguieron.
Por nuestros padres, que no sientan que sus luchas y sacrificios resultaron baldíos al no tener continuidad en nosotros.
Por nuestra más acrisolada tradición de defensa del trabajo, de la que no debemos ser los enterradores.
Por aquellos que, queriendo parar, no pueden al estar sometidos al chantaje de la patronal que los amenaza con la pérdida del empleo, diga la ley lo que diga. Pues es muy bonito decir que se va a la huelga cuando sólo se arriesga un día de paga.
Por aquellos que, no teniendo para llegar a fin de mes tampoco pueden permitirse perder un día de paga, aunque no pierdan el puesto de trabajo.
Por quienes también quisieran parar pero no pueden por estar ya sometidos a esa forma de terrorismo empresarial que es el paro.
Por los sindicatos que, con todo lo reformistas y acomodaticios que son, constituyen la única barrera que se interpone entre los trabajadores y la insaciable codicia y sed de explotación del capital.
Por el conjunto de la sociedad, para que no esté acogotada por las imposiciones del capital y el griterío de sus publicistas en nómina.
Por el mismo gobierno para que, a la hora de enfrentarse a la patronal saque fuerzas, ya que no de sus principios y convicciones, cuando menos del temor a las acciones de los trabajadores.
Por Europa, pues no hay que olvidar que se trata de una jornada europea de movilizaciones y hay que estar a la altura de las circunstancias.