He aquí un tema poco tratado por la politología. (Cesáreo Rodríguez-Aguilera de Prat (2009)Partidos políticos e integración europea, Institut de Ciències Politiques i Socials, Barcelona, 255 págs.) Porque, aunque sus dos elementos cuentan con abundancia de estudios por separado, la unión de ambos, los partidos políticos y la unión europea es tema casi inexplorado. En estos momentos las formas dominantes en la Union Europea son los respectivos partidos nacionales que, aunque suelen formar parte de alguna organización europea, se reservan el derecho a actuar de modo independiente. Por ello es conveniente contar con un estudio sobre el modo en que se entienden los partidos en la UE actual. Según el autor ese estudio de los partidos nacionales en la UE debe considerar tres dimensiones: estatal (y subestatal), eurogrupos en el Parlamento Europeo y las federaciones suprnacionales de los partidos, que es a lo que aquí se llama europartidos, una realidad problemática. Las tres dimensiones han de verse en paralelo con tres líneas de indagación: 1ª) incidencia interna de la europeización; 2ª) comportamientos políticos en el Parlamento Europeo; 3ª) configuración progresiva de los europartidos que por ahora son más virtuosas que morales.
Desde un punto de vista de contenidos o, si se quiere, ideológico la UE pivota sobre dos ejes; el de la izquierda y la derecha (referido a la integración) y el de las tendencias intergubernamntales y las supranacionales.
La naturaleza de los europartidos no cuenta con una definición aceptada y aceptable. El art. 3 del actual reglamento del Parlamento Europeo (PE) ya reconoce los europartidos cuando se dan tres requisitos que son: a) tener personalidad jurídica propia en el Estado en que ésta tenga su sede central; b) tener eurodiputados por lo nenos en un cuarto de los estados y haber alcanzado el 3 por ciento de los votos; 3ª) respetar los principios de la UE; 4) haber participado en elecciones al Parlamento Europeo o tener intención de hacerlo (p. 33). Los europartidos existentes en el PE son el Partido Popular Europeo (PPE) el Partido Socialista Europeo (PSE), la Alianza de Demócratas Liberales Europeos (ADLE), el Partido Verde Europeo (PVE) y la Alianza Libre Europea-Partido Democrático de los Pueblos de Europa (ALE/PDPE).
Rodríguez-Aguilera comenta en repetidas ocasiones la falta de entidad ideológica y organizativa de estas organizaciones que no pasan de ser federaciones de partidos y en muchos casos solo son confederaciones. También se refiere al conocido criterio de considerar las elecciones europeas como "elecciones de segundo orden". Para comprobar esta conclusión, el autor analiza las elecciones al Parlamento Europeo de 2004, las anteriores a las que acabamos de celebrar y dictamina que aquellas elecciones tampoco fueron europeas porque: 1) no se hicieron con un sistema electoral común, como está previsto; 2) las listas electorales son puramente nacionales, sin candidatos de otros países; 3) los programas de los eurogrupos y europartidos son muy vagos y poco operativos; 4) las campañas se hacen con estricta referencia a la política interior (p. 71). Por ello concluye que las dichas elecciones de 2004 se caracterizaron por: 1) ser elecciones de "segundo orden"; 2) una elevada abstención; 3) unas campañas poco europeas; 4) un amplio voto de castigo a los gobiernos excepto al español; 5) la primer fuerza política siguió siendo el PPE/DE; 6) hubo aumento de las familias euroescépticas; 7) el Parlamento europeo se ha renovado poco (p. 76).
Se ocupa luego Rodríguez Aguilera de los métodos de análisis hoy para operacionalizar las posiciones de los partidos en Europa y enumera cuatro: Budge y su Comparative Manifesto Research Group, Marks/Steenberger con su Expert Survey, Eijk y su European Election Study y Katz con sus encuestadores a europarlamentarios (p. 77) . En su opinión los métodos cuantitativos, con ser imprescindibles en el estudio de los programas de los partidos, muchas veces no son explicativos e inducen a error. Para evitarlo propone un sistema de análisis cualitativo muy sistematizado, considerando caso por caso los programas de cada partido dentro de los europartidos en relación con tres asuntos: a) la naturaleza y el espacio territorial de la UE; b) la ciudadanía europea y la cuestión de los extracomunitarios; c) las instituciones y las políticas. A su vez, este último asunto se subdivide en dos: las propuestas de reforma institucional (básicamente el Tratado Constitucional de la UE) y las políticas respecto a los tres pilares (economía y sociedad, la Política Europea de Securidad Común/ Política Europea de Seguridad y Defensa y la Cooperación en Asuntos de Justicia e Interior (CAJI) y el Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia (ELSJ). La razón de hacerlo así es que cada europartido federa en su seno los correspondientes partidos nacionales, que tienen a veces posiciones discordantes y hasta opuestas sobre los asuntos en cuestión. Dado que son los partidos nacionales lo que dominan, a los programas de estos remite el autor su estudio.
En cuanto a los países que escoge, su análisis afecta a Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y Polonia. Los cuatro primeros son fundadores del Mercado Común en 1957, el quinto es el mayor de los no fundadores y el nuestro y el sexto, Polonia, el país más importante de la reciente incorporación de los antiguos PECOs (Países de Europa Central y Oriental).
Toda la segunda parte del libro está dedicada a este minucioso análisis del que es imposible dar cuenta detallada ya que ello nos obligaría a relatar la posición de cada partido distinto sobre los diferentes asuntos mencionados tal como viene en la obra. La utilidad de esta segunda parte reside en su valor de vademécum: sirve para saber en cada momento cuál es la posición de cada europartido sobre los asuntos en debate (por ejemplo, sobre el ingreso de Turquía o sobre el contenido de la ciudadanía europea) y la de cada partido dentre de su federación que coincide o no con la del europartido.
En resumen un estudio valioso sobre el incipiente sistema de partidos (europartidos) de la Unión Europea de gran ayuda para avanzar en la construcción de eso que todavía no puede llamarse un "sistema político europeo".