A juzgar por las nuevas revelaciones que trae hoy El País sobre derivaciones de la trama corrupta en Castilla y León y nuevas pruebas acerca de cómo la dicha trama vestía al señor Camps de los pies a la cabeza, el señor Trillo, estratega judicial del PP, tiene trabajo acumulado para varios fines de semana denunciando filtraciones, acosos y sórdidas maniobras para aniquilar al PP. Asimismo el señor Rajoy habrá de insistir en su conocida tesis de que el Gobierno pretende hundir inmisericordemente al mayor partido de la oposición. Hasta el señor Álvarez Cascos, recientemente reincorporado al fragor de la contienda, tendrá que volver a lanzar sus acusaciones de que hay una campaña estalinista del PSOE para estigmatizar al PP con tácticas chequistas, al estilo de Yagoda o Beria, tanto más cuanto que parte de las nuevas revelaciones parecen mostrar cómo la trama se forró con concesiones del AVE siendo él ministro de Fomento. Concesiones que implican a la estructura organizativa de la Junta de Castilla y León gobernada por el PP. Y van tres de las seis Comunidades Autónomas bajo control de la derecha. De substanciarse estas acusaciones tan bien armadas con pruebas el elector tendrá que empezar a cuestionarse si más que un partido el PP es una asociación de malhechores. Y el asunto está en sus comienzos...
Efectivamente, echando cuentas someras, el caso Gürtel es un desastre mayúsculo, un derrame gigantesco de chapapote moral del Prestige de la corrupción sobre la derecha política, un tornado de mangoneo y sinvergonzonería que produce verdadero bochorno. Comisiones millonarias, repartos bajo cuerda, regueros de facturas falsas, malversaciones, adjudicaciones fraudulentas, tráfico de influencias, mediaciones, cohechos, fraudes a la Hacienda Pública chanchullos, regalos de zapatos o bolsos de cientos de euros, trajes por valor de miles de euros presumiblemente a cambio de contratos de millones y todo eso en las administraciones locales (Pozuelo, Boadilla, Majadahonda), las autonómicas (Madrid, Valencia, quizá Castilla y León) y estamos a la espera de ver qué sucede con la nacional. La imagen que produce este presunto latrocinio generalizado es la de una agrupación de mangantes dedicados a hacer realidad lo que uno de sus prohombres parece haber dicho en memorable ocasión al teléfono: que están en política para forrarse. Todos. Y eso, probablemente, es injusto.
Por más que insista en su estrategia de interponer denuncias y querellas contra lo que le disguste para desviar la atención de esta avalancha de corrupción, va a ser difícil que el PP pueda superar esta prueba. Desde luego, la carrera política del Curita (que ya debiera estar en su casa, dimisionario y dedicado a preparar su defensa), y de los más de cien imputados, ha concluido. Pero lo mismo, probablemente, pase con la del señor Rajoy. Ha respaldado demasiado a los acusados Bárcenas y Camps, ha sacado demasiado cuerpo en su favor y ahora ya no puede replegarse sin consecuencias.
El señor Trillo, otro que también debiera hacer prudente mutis luego del papel que interpretó en el vergonzoso asunto del Yak 46, puede hacer denunciar al lucero del alba. Su partido tiene muy escasa salvación y, probablemente, en lugar de seguir haciendo el ridículo en los juzgados debiera convocar un congreso extraordinario para limpiar los establos de Augías y proceder a una refundación sobre la base de un código ético renovado.
Porque así no va ya a parte alguna.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons)