Estamos en Carmona, a unos treinta kms de Sevilla, a donde he venido a participar en un curso de verano de la Universidad Pablo de Olavide sobre los treinta años de democracia en España y de lo que a lo mejor comento algo mañana. El lugar desde luego es hermosísimo. Nos alojamos en el parador nacional del alcázar del Rey don Pedro ("el cruel") que es el antiguo alcázar árabe, una construcción amurallada que da sobre el valle del río Carbones y tiene unas vistas espléndidas. Está todo estupendo salvo que no hay conexión a internet en las habitaciones. Afirma la dirección del establecimiento que, sin embargo, hay un servicio wi-fi en la zona de recepción, pero eso tampoco es cierto; no lo hay. Cómo se puede tener un establecimiento hotelero sin conexión a internet a estas alturas es para mí incomprensible y cuando protesto me miran como si fuera un enajenado. Sin embargo insisto: no garantizar el acceso a internet en un hotel es como no garantizar agua corriente. No me extraña que el negocio de paradores sea ruinoso si quienes se ocupan de ellos muestran tal grado de ineptitud.
El parador dispone de un habitáculo de menos de un metro cuadrado con un ordenata con conexión a internet por cable y cabida lógicamente para una persona encaramada a un taburete, como los funcionarios públicos en la peli de Fritz Lang, Dr. Mabuse. Hace falta tener voluntad de bloguero impenitente para venir aquí a achicharrarse de calor, ya que, con 42º grados fuera, el gabinete de internet tiene enmoquetadas las paredes. Llevo años encontrándome en las más asombrosas situaciones en los hoteles españoles en lo que hace a internet, pero lo del parador de Carmona excede todo lo que he visto hasta la fecha. Pero España es esto y, más concretamente Andalucía, donde todo el mundo habla de la nuevas tecnologías pero la realidad sigue siendo la del atraso secular.