Aprovechando el paso del señor Ollanta Humala por Madrid, unos amigos de izquierda moderna me invitaron a una especie de coloquio entre él y un reducido número de interlocutores, así que me apunté, a ver qué dice este exmilitar que ya fue candidato frente a Alan García en 2004. La biografía de nuestro hombre es la de un típico caudillo pero de izquierda. Hasta estudió en el Escuela de las Américas (SOA en inglés), la academia estadounidense para los oficiales latinoamericanos. Por lo demás, el exmilitar perpetró una asonada en contra del gobierno de Fujimori, se entregó al caer éste y fue amnistiado por el Congreso.
Ollanta ("el guerrero que todo lo mira", según Wikipedia) preside un Partido Nacionalista del Perú que hace hincapié en lo del "nacionalismo" en el sentido de que ve su acción como la vía para la creación de un Estado nacional peruano. Ese Estado nacional es como una brillante regeneración de la especie, el fin del camino de la acción de Humala, esto es, la creación de algo que se parece mucho al Estado comercial cerrado de Fichte. El propio Humala denuncia airadamente la globalización y hace hincapié en la importancia de los Estados nacionales, o sea, del nacionalismo en un mundo curiosamente agitado por una crisis económica de carácter universal en la que el razonamiento que más se oye es que las recetas liberales han fracasado. La cosa huele a nacionalismo a la vieja usanza. Él dice que eso tiene sentido en su país y por eso la gente lo vota. Supongo que por eso y por el indigenismo. No sé si más nacionalismo es la respuesta adecuada a la globalización pero, en todo caso, los peruanos tienen derecho a intentarlo. Es algo parecido a lo que sucede con Chávez. Muchas de las cosas que hace no me gustan ni me convencen; pero tiene derecho a intentarlas porque su poder es legítimo. Lo mismo sucedería con Ollanta.
Se añaden unas orientaciones de izquierda en lo político, económico y social. Casi todo se orienta a que el Perú recupere el control de sus recursos naturales para lo cual pretende crear empresas nacionales con mezcla de capital público y privado. El problema no suele ser crear empresas públicas; el problema suele ser que funcionen. También postula combatir el neoliberalismo mediante una creciente intervención del Estado con una política fiscal redistributiva que las clases dominantes, supongo, llamarán "confiscatoria". Es decir, propone crear un Estado del bienestar en un país con ocho millones de personas por debajo del umbral de la pobreza y hacerlo en un contexto de emancipación política de los indígenas a los que reconoce voz. Es un objetivo ambicioso.
En las cuestiones exteriores, que son prolongación de las interiores, integración del Perú en todo lo supranacional que haya en el continente, incluido el ALBA, claro es y con una propuesta que matiza su nacionalismo peruano y suena muy sugestiva, aunque utópica: unificación política de todo el continente, de toda América Latina.
En fin, es un hombre simpático, suena sincero, trasmite lo que quiere y es posible que gane las elecciones presidenciales de 2011. Algo que sentará fatal a don Mario Vargas Llosa.
(La imagen es una foto de José Cruz/ABr, 2006, bajo licencia de Creative Commons).