El coche se salió de la carretera en los desolados páramos de Níjar, en Almería, y cayó por un terraplén. Murieron los padres y un bebé. Se salvaron dos hijos de nueve y doce años que sólo quedaron heridos. La policía, alertada por un viandante, encontró el vehículo a las diez menos diez de la mañana del viernes y sólo más tarde a los dos niños que llevaban horas vagando por las inmediaciones de la A-7.
Lo primero que se le ocurre a uno al leer la noticia es en qué estarían pensando esos niños, cómo habrían vivido el accidente y qué se decían el uno al otro. Dado que el percance, parece, lo sufrieron al amanecer es de suponer que fueran durmiendo y que el impacto los despartara. A juzgar por los muertos debió de ser fuerte por lo que no resultaría extraño que hubieran salido despedidos del vehículo. De todas formas sería aun más extraño que no lo vieran. Y a lo mejor vieron a su padre y a su hermano muertos. Y se echaron a andar sin saber qué hacían. A los nueve años rara vez se sabe lo que se hace y a los doce se tienen atisbos.
Seguramente les amaneció caminando. Quizá iban cogidos de la mano. Horas andando en la soledad del amanecer en el campo y pensando que se habían quedado sin padres aunque sin entender del todo el alcance de tan terrible hecho. Sólo que sus padres no respondían, que ya no estaban porque estaban muertos. A los nueve años nadie sabe qué sea la muerte y a los doce es dudoso pero más probable. Así que horas vagando por los secarrales nijeños y a ninguno se le ocurrió usar el móvil. O quizá todavía no lo tenían. Pero es que es así: los mayores se mueren de repente y allá se echan los chicos al camino sin saber a dónde van porque no tienen a dónde ir. Horas por ahí vagando mientras tus padres yacen muertos en el interior de un coche accidentado. A ver cómo se les explica a estos niños qué ha sucedido y quién se atreve a llamar a eso una "explicación".
(La imagen es una foto de lolita.8, bajo licencia de Creative Commons).