Es una pena que Felipe González no acepte nombramiento alguno porque a los asquerosos felipistas, lacayos del capitalismo y amigos de Mr. X nos encantaría verlo de presidente de la Unión Europea. De ese modo también se marcarían más las distancias con el señor Aznar a quien nadie quiere de presidente ni de la comunidad de vecinos. Por desgracia el de Sevilla le dijo anoche a Gabilondo en Cuatro que no se postula para nada. No soy quién para enmendar la plana al ilustre periodista, pero no hubiera dejado escapar la ocasión de poner a mi entrevistado contra las cuerdas. Le permitió explayarse sobre la lamentable situación actual de la Unión, la fragmentación, la falta de unidad, etc, sin recordarle que fue él uno de los principales responsables de que las cosas se hayan puesto así cuando presionó para la rápida ampliación de la Unión con los doce nuevos Estados que finalmente ingresaron en 2004 y 2007. Esa ampliación se había debatido mucho en los años noventa y ya entonces estaba claro que quienes querían la ampliación a toda costa, los viejos enemigos de la Unión, como Inglaterra, trataban de aguar la comunidad, haciéndola ingobernable mientras que quienes se oponían a la ampliación y propugnaban que, antes, la Unión se consolidara, eran los europeístas más consecuentes. En aquella ocasión Felipe se pronunció sin ambages por la ampliación. La cosa consistiría en decirle ahora que está moralmente obligado a aceptar la presidencia europea para remediar la metedura de gamba que tuvo entonces, en lugar de elaborar bonitas teorías sobre el impacto de la crisis en la unificación europea.
Pero no hay nada que hacer y eso que hasta lo pide el marido de doña Carla Bruni.
(La imagen es una foto de Petezin, bajo licencia de Creative Commons).