Mal negocio el que ha hecho el PP permitiendo que dos personas tan señaladas como Francisco Camps y Luis Bárcenas sigan en sus cargos porque representan munición para los ataques del adversario sobre la trama de corrupción y, además, no tienen razones que justifiquen su comportamiento cuando en otros casos de cargos y/o militantes bajo sospecha ha actuado de modo contundente. Precisamente esa irritante diferencia de trato ante el comportamiento de personas presuntamente implicadas en ilegalidades, lejos de clarificar la situación la está complicando mucho.
En el Parlamento valenciano, preguntado por quinta vez acerca de los comprometedores asuntos, algunos con una innegable vis cómica, en los que se ve mezclado, el señor Camps se limita a decir que las acusaciones son falsas y un montaje y que él arde en deseos de explicarlo todo donde corresponda. Un buen sitio sería el Parlamento valenciano, sin perjuicio de las aclaraciones que este singular y escurridizo personaje tiene pendientes en sede judicial.
A medida que pasan los días y van conociéndose nuevos elementos incriminatorios de las personas imputadas por Garzón, la situación de éstas se hace más insostenible. Y en nada ayuda la conocida doble o triple moral del partido que toma represalias con unos pero deja a otros en paz, pide que se respete la presunción de inocencia y respalda por entero a los imputados. Además de estar descalificada esta actitud a causa de la doble moral citada, es un error porque cada vez que se conozca algo nuevo sobre los imputados, será noticia de primera de todos los medios lo que quiere decir que el PP está hipotecando el resultado electoral.
Es tan inexplicable y suicida esta actitud del partido que suscita la idea de si es que el señor Rajoy y sus asesores tienen miedo a su tesorero por lo que éste pueda largar.
(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).