El autor de este libro (Arte, mito y ritual. El camino a la autoridad política en la China antigua, Madrid, Katz, 2009, 196 págs), K. C. Chang, un reconocido sinólogo, se hace una pregunta: ¿cómo surgieron en la China antigua la civilización y las dinastías políticas que la acompañaron? No estará de más recordar que, para Chang, organización política y civilización son lo mismo puesto que sólo los civilizados están organizados políticamente y sólo las organizaciones políticas pueden civilizarse. La respuesta a la pregunta es: mediante la interrelación de varios factores como la jerarquía, el parentesco, la autoridad moral del gobernante, el poder militar, el acceso exclusivo a los dioses y antepasados (a través de los rituales, el arte y el uso de la escritura) y el acceso a la riqueza (p. 16). Se observará que esta concepción de la política no es solamente sistemática sino también, en cierto modo, biográfica, narrativa. Esto es, cabría hacer así el relato: la política surge de la jerarquía basada en el parentesco que rodea de autoridad moral al gobernante el cual está en posesión del poder militar y se garantiza el acceso a los dioses y antepasados (valiéndose para ello de su dominio de los ritos, el arte y la escritura) y a la misma riqueza. Nada que no hubiera suscrito Aristóteles.
El resto del libro es una indagación más o menos pormenorizada de los elementos de esta concepción inicial. Por "China antigua" el autor comprende los dos milenios a.d.C. en que se formó la civilización histórica china bajo las llamadas Tres Dinastías: la Xia (2205 - 1766 a.d.C.), la Shang (1766 - 1122 a.d.C.) y la Zhou (1122 - 256 a.d.C.). Para la reconstrucción de la prehistoria china nos valemos de dos tipos de testimonios: los mitos y leyendas de un periodo anterior a 2200 a.d.C.: sabios y héroes mitológicos y aceptados como personajes históricos aunque luego se dice que en muchos casos se trata de figuras históricas religiosas evemerizadas. El segundo tipo de datos para el conocimiento de aquella prehistoria es el de los datos de la arqueología.
En el origen de la organización política china se encuentran las tres dinastías que fueron fundadas por tres clanes: el Si, el Zi y el Ji. Desecha la idea de que en los remotos orígenes la organización política china fuera un matriarcado porque no hay un sola prueba en su favor., en lo que parece estar en sitonía con otros estudiosos en otros lugares: la tesis matriarcal, de momento, pertenece al mismo reino fabuloso que las amazonas. Por eso siempre me ha parecido extraño y poco sostenible el empeño de Graves de construir una mitología griega sobre el supuesto de que ésta no es otra cosa que una racionalización de la destrucción del matriarcado primitivo. El núcleo político fue el antiguo poblado chino. Al tiempo, la China antigua no era más que centenares de miles de poblados habitados por miembros de clanes y linajes independientes que se reunieron en jerarquías políticas según relaciones de parentesco e interacciones de los habitantes (p. 44).
Estas jerarquías de parentesco, que no parecen ser otra cosa que las familias de siempre como origen del poder en la teoría política clásica, se organizaban en función de los méritos de cada cual, basados en el juicio de Dios o el mandato del cielo (p. 46). La legitimación de la monarquía era utilitaria. El Rey caía cuando hacía algo mal. El substituto lo era porque tenía algún mérito que le permitía acercarse al cielo con un cambio de fortuna en el ejercicio de una profesión. Etimológicamente la palabra wang (Rey) deriva de la pictografía de un hacha de verdugo (p. 49). El dominio se basaba en el conocimiento de los li (ritos) de forma que, para vencer un Estado a otro y a su sistema de gobierno tenía que destruir los templos ancestrales y saquear los tesoros simbólicos (p. 54).
El cielo es el lugar en el que reside la sabiduría de los asuntos humanos; de ahí que el chamanismo sea crucial para entender la antigua política china (p. 60). Los fundadores de las tres dinastías vivieron en el origen hechos mágicos, sobrenaturales porque al comienzo el Rey era el chamán, aunque no el único (p. 63). Este dúo de reyes y sacerdotes también parece ser típico de las organizaciones políticas antiguas. Las pruebas del chamanismo en la China antigua son artefactos: inscripciones en huesos de oráculo y representaciones artísticas de animales (p. 66)
Es el arte el que pavimenta el camino hacia la autoridad. Los dibujos de animales son rasgos muy conocidos del arte decorativo de los bronces Shang y Zhou occidentales primitivos (p. 73). Se representan animales reales y fantásticos. Estos son: 1) el taotie; 2) el feiyi; 3) el kui; 4) el long; y 5) el Qiu (pp. 74-76), todos ellos figuras compuestas, muy significativas porque eran las imágenes de los distintos animales que sirvieron a los chamanes y chamanesas en su tarea de comunicación entre el cielo y la tierra o entre los vivos y los muertos (p. 85). Serpientes y dragones son duales porque son agentes de Dios que unen su mundo con el de los hombres (p. 87). La serpiente es muy importante. En un idioma común en arte religioso viene a ser agua e hibernación. En parte debe de venir de aquí su sugerencia de que la mezcla de hombre y bestia es un motivo esencial que comparten las artes antiguas de China y Mesoamérica.
El camino a la constitución de la autoridad política se da con la escritura. Según la leyenda, la invención de la escritura por Cangjie (de cuya existencia histórica no hay prueba alguna) vino acompañada de grandes portentos: llovieron granos de mijo del cielo, hubo un temblor de tierra y los fantasmas se lamentaron toda la noche (p. 105). Los antigos historiógrafos estaban revestidos de una gran autoridad moral porque, pudiendo leer, conocían el pasado. (p. 114).
La propiedad es esencial, especialmente la propiedad de vasijas y utensilios de bronce sirvió para legitimar el poder del Rey (p. 127). Los bronces de la China antigua eran muy caros y muy difíciles de obtener (p. 130). El agotamiento de las minas de cobre y estaño es uno de los factores que provocaron el nomadismo de las capitales en los Xia y los Shang (p. 133).
Por último, el poder político se concentra en una élite dominante por los factores siguientes: 1) el estatus individual; 2) la red de políticas regionales interactivas; 3) el aparato militar; 4) los hechos misteriosos (mitológicos y reales); 5) la escritura; 6) el acceso exclusivo al cielo y otros factores como los rituales chamánicos; 7) la riqueza y su aura (p. 137). Se crea así el poder político por tres medios prácticos: a) la autoridad moral; b) la fuerza coactiva; c) la sabiduría exclusiva derivada del monopolio de acceso al mundo espiritual (religión y ceremonialismo). "La civilización", dice el autor, "es la manifestación de la riqueza concentrada" (154)
El cuadro trazado por Chang resiste en su opinión la comparación con el concepto de "sociedad oriental" que, habiendo nacido en el pensamiento del siglo XVIII, reaparece luego en Marx, en Max Weber y en Wittfogel y siempre con una explicación insatisfactoria. Ni siquiera lo es la idea de Weber del "Estado patrimonial", aunque se acerca y menos aun la del "despotismo hidráulico" de Wittfogel (p. 160). Salvado, pues, de la adscripción a este modelo "desviado" del llamado modo de producción asiático, Chang sostiene que su estudio del origen del poder político en la antigua china es extrapolable a otras regiones del planeta.