El señor Rodríguez Zapatero hizo ayer balance de su primer año de gobierno en su segunda legislatura ante los suyos y aprovechó también para desgranar sus intenciones inmediatas. Era un público entregado y todos, el presentador y el auditorio, acabaron encantados de sí mismos y optimistas frente al futuro. Estaría bueno.
A mi entender, el Gobierno perdió mucho tiempo negando la crisis y si bien es cierto que, cuando la admitió, reaccionó con relativa contundencia y rapidez, no está bien pasar por alto que aquellos meses de abril a octubre (más o menos) que se perdieron por la inepta obcecación en negar lo evidente no dan para muchos alardes. Igualmente es cierto que, una vez caídos del guindo, los gobernantes actuaron con rapidez y eficacia; pero también lo es que lo hacían sobre un terreno menos minado que en los demás países porque aquí la crisis no ha sido tanto financiera como industrial y laboral. Hasta la fecha no ha hecho falta intervenir más que una entidad de crédito relativamente modesta (y, probablemente, por razones que no tengan nada que ver con la crisis) y ningún banco ha sufrido los problemas que se han dado en otros lugares. En cambio, la destrucción de empresas y puestos de trabajo no admite parangón y, aunque las medidas del Gobierno han sido céleres, en particular ese Plan de Estímulo a la Economía y el Empleo dotado con 40.000 millones de euros, todavía no han dado resultados tangibles. Es de esperar que las nuevas ministras encargadas de la tarea tengan mayor éxito.
En el campo exterior, me parece, los gobernantes han cosechado merecidos éxitos por su tenacidad. La presencia del señor Rodríguez Zapatero en las tres cumbres de hace unos días y no como mera comparsa sino con peso en las decisiones ha significado mucho para el prestigio de España, en especial la recomposición de las relaciones con los EEUU al más alto nivel con el señor Obama quien, afortunadamente para el mundo, no tiene nada que ver con el sujeto sin categoría alguna que lo precedió en el mando.
Por último, el Gobierno se apunta como éxito el "mantenimiento y mejora de las políticas sociales". Mantenimiento es cierto y no es nada desdeñable con lo que está cayendo, pero lo de "mejora" no me lo parece tanto. A las pruebas me remito: la aplicación de la emblemática Ley de Dependencia ya ha pasado por tres departamentos ministeriales distintos y su grado de aplicación deja tanto que desear que muchos creen que sólo se aprobó cara a la galería pero que no se aplica y lo mismo sucede con otras políticas sociales.
En fin, si uno tiene que hacer un balance del balance del Gobierno uno lo califica de razonable y porque tiene uno cierta parcialidad que no va a ocultar a estas alturas. Por supuesto, la oposición dice que el balance es un desastre y de eso sabe mucho porque ella, la oposición, lleva cinco años instalada en otro mucho mayor al que ahora ha venido a añadirse una fabulosa saga de corrupción y mangancia que afecta ya a una retahíla de políticos del PP y parece que afectará a bastantes más sin que, de momento, se sepa a qué niveles y jerarquías llegará la riada del escándalo.
El señor Rodríguez Zapatero hizo resumen de perspectivas y sonó bastante bien. Claro que en esos trinos al futuro hace falta ser merluzo para deslizar una nota falsa, de forma que, en cosa de semanas, tendremos financiación autonómica, el plan de choque de infraestructuras en marcha, la TVE en regla y sin publicidad y una batería de leyes muy necesarias en el Congreso para que el señor Rajoy pueda decir eso tan ingenioso de que el Gobierno oculta su inacción en asuntos graves ocupándose de otros que "no interesan a nadie", como el aborto, la violencia de género, etc. Bueno, ya veremos cómo pinta todo a la vuelta del verano.
De momento este comentarista sólo quisiera señalar las anomalías de la ministra de Cultura, señora González Sinde, que no parece estar encontrando el tono adecuado a su alta responsabilidad. Fastidiado ministerio ese de Cultura que mucha gente no enteramente desinformada cree que debiera desaparecer; fastidiado porque tiene que tratar con personal de colmillo muy retorcido. Y no da la impresión de que esta señora sepa en dónde se ha metido. Imagino que medio país encontrará muy simpático que la ministra haya hecho hace poco o ahora o no sé cuando, pública profesión de su pasión por las corridas de toros. Para otro medio país, en el que Palinuro se encuentra tan a gusto, eso la descalifica como ministra y precisamente de cultura, igual que su afición a la caza, a mi entender, descalificaba al señor Bermejo como ministro... de Justicia. En un caso y en el otro no entiendo cómo se puede ser de izquierda y entretenerse en matar o ver cómo matan a animales indefensos y en el caso de los toros con tortura incluida para regodeo de muchedumbres cuyo silencio en expectación de alguna barbaridad a esta señora parece antojársele tan sublime como el cielo estrellado a Kant.
Pero hay más en el caso de la señora González Sinde: su respuesta a la oposición radical de los internautas ha sido bochornosa porque les ha perdonado la vida diciendo que no se preocupen, que internet seguirá siendo el medio principal de difusión de la cultura. ¡Cáspita! ¿Cree esta señora que podría impedirlo? Exactamente ¿quién cree que es? En fin, no hay que calentarse; tenga la señora cien días para mostrar de lo que es capaz pero, por favor, que mida sus palabras o se asesore de alguien que sepa de qué va esto.
(La imagen es una foto de El Enigma, bajo licencia de Creative Commons).