Hace mal el señor Rajoy en no ordenar la reapertura inmediata de la investigación interna en el PP sobre la trama de espionaje de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM). Hace rematadamente mal. No por motivos morales que probablemente no le importen gran cosa, sino por sentido práctico y finalidad de supervivencia. La señora Aguirre, la Mata Hari del Avapiés, ha cerrado la comisión de investigación a toda pastilla porque no quiere que se sepa nada ya que, evidentemente, le va en ello el pellejo político. Pero el problema es que se acabará sabiendo. Los espiados, señores Prada y Cobo (el primero, además de espiado, tachado de embustero por el principal sospechoso de organizar espionajes) siguen adelante con sus denuncias; el fiscal entiende que hay materia reprochable y asimismo continúa su acción, recabando mayor información; los tribunales van a actuar y si, como es de suponer, dictaminan que hubo espionaje del que la principal responsable tendría que ser la señora Aguirre a la vista de su comportamiento, el señor Rajoy aparecerá como encubridor y, quizá, cómplice, acompañando a la desenvuelta dueña en su desgracia.
Y eso no es todo. En algún punto de esta confusa galaxia de presuntos espionajes, sobornos, prebendas, corrupciones y martingalas, de "barullos" que, como dice la señora Fernández de la Vega, el PP tendrá que explicar, coincidirán las dos tramas, la de espionaje de la CAM y la de corrupción en la que están presuntamente implicados bastantes altos cargos del PP. Es probable que sea así como también lo es que tal haya sido la verdadera razón por la que la señora Aguirre ha guillotinado a la comisión: que no se descubra el posible entronque entre los supuestos espías por un lado y los presuntos corruptos por el otro. En tales condiciones, la inacción del señor Rajoy, además de revelar a las claras su carácter pusilánime, inapropiado para liderazgo político alguno, lo pondrá a los pies de los caballos judiciales cuando se abran los correspondientes procesos.
En este momento el PP es un campo de minas. Hay una guerra de facciones y banderías en su interior, nadie se fía de nadie y la cosa va de trampas, zancadillas, puñaladas. El escándalo Gürtel merodea cada vez más cerca del núcleo familiar del expresidente Aznar y el asunto está fuera de todo control porque en el PP, a diferencia de lo que sucede con el PSOE y otros partidos democráticos, hay una confusa mezcla entre políticos y periodistas, con diputados, como el señor Herrero, que son periodistas y políticos o como el señor Ramírez que, en realidad, son políticos del PP y tienen tanta influencia en este como la que puedan tener sus dirigentes o más. Esa confabulación entre periodistas y políticos no es buena para los políticos, que aparecen como marionetas de los periodistas pero sí es óptima para estos que ven consolidarse su audiencia y, por ende, su capacidad de influir en las altas esferas.
El PP está en situación de guerrilla interna y su máximo dirigente es incapaz de poner orden en él. Es el primer paso hacia su defenestración en la primera oportunidad que tenga la fronda interna que se le ha organizado con el apoyo de muy distintos frentes mediáticos cuyos intereses coinciden con unas otras banderías, pero no con el del PP en su conjunto.
La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons).