Me comprometí con mi amigo Xabier Vila-Coia a presentar su libro sobre La Habana hoy en el FNAC de Callao pensando que se trataría de una obra de de prudenciales dimensiones así que cuando me mandó el gigantesco tocho a casa, un volumen en octavo de 564 páginas casi me da un soponcio. Conseguí leerlo todo y, aparte del breve comentario que haré aquí antes de la presentación formal en el FNAC, también sacaré una reseña en el post del lunes. Tengo que hacer sinergias.
El libro (Diario No Velado de La Habana, Madrid, La pinga ediciones, 2008) hace estricta justicia a su título en todos sus sentidos: es un diario, incluso casi un horario y no hay nada "velado" porque de todo se habla con absoluta franqueza. El autor pasó unos ocho meses entre 2002 y 2003 en La Habana, a donde había ido con la intención de hacer una investigación sobre los Nuevos Movimientos Sociales en Cuba. Pero como su punto de vista metodológico, según él mismo dice, consiste en "conocer la existencia de las cosas de una forma asistemática, pero descubrirlas por mí mismo; en lugar de ir a buscarlas donde otros las han coleccionado y ordenado" (p. 250) su obra resulta un amontonamiento de apuntes, observaciones, experiencias personales, conflictos cotidianos, juicios, testimonios según van pasando los días, sin más orden que el que establece el calendario. Es obvio que el autor se ha limitado a transcribir las abundantes notas que tomó de sus vivencias en La Habana, sin ordenarlas ni retocarlas, lo cual no estoy muy seguro de que sea un acierto porque la lectura de los continuos conflictos de nuestro hombre en lo restaurantes o los precios de los taxis y otras menudencias sin duda tiene un valor altamente testimonial pero resulta bastante premiosa.
En realidad el relato consiste, en lo esencial en las peripecias personales de Vila por un lado y sus observaciones y juicios sobre la política, la economía, la sociedad y las costumbres cubanas de otro. De este modo, referiré ahora las cuestiones de experiencia personal, las más subjetivas, y dejaré las observaciones objetivas para la reseña.
En los ocho meses (primera parte del viaje; luego volvió para otra estancia, pero esa está todavía por publicar) que anduvo nuestro autor por La Habana habló con muchísima gente, asistió a muchos actos, trató con gran cantidad de empleados, burócratas y funcionarios en los locales de la Universidad o en los establecimientos culturales, del Partido Comunista, etc y acopió un gran conocimiento de la realidad cotidiana cubana y una riquísima experiencia personal que, en muchas ocasiones, desesperado, lo lleva a maldecir del modo siguiente: "¡Esto es Cuba! ¡Así es Cuba! ¡Así son los cubanos! Es lo que la Revolución ha conseguido. Gente miserable, mentirosa, vaga, maleducada. Bueno; podría ser que no fuese un producto de la Revolución y que los cubanos siempre hayan sido así. ¡Podría ser! Lo ignoro. Y si fuese cierto, la Revolución debería de haberlos cambiado; sobre todo si su objetivo era crear un hombre nuevo, como es el caso". (p. 342)
Claro que luego de haber leído el tal Diario No Velado de la cruz a la fecha estoy en condiciones de decir que a lo que más parece haberse dedicado el autor en la capital de la isla es a follar y a consignar sus lances amorosos con todo detalle en el diario. Hay días en que parece que sólo se echa a la calle a ver cómo puede beneficiarse a alguna jinetera de prietas carnes. Y lo narra con tanta minuciosidad que a veces parece que esté uno leyendo a Henry Miller en La Habana. Porque casi todas las cubanas con las que folla son jineteras; blancas, negras o mulatas, pero jineteras por lo que las cuestiones eróticas aparecen mezcladas con tomas y dacas mercantiles, que si unas galleticas, unas medias, una cámara, etc. Dada la manifiesta desigualdad de las relaciones y la evidente indefensión de las mujeres pongo muy en duda la legitimidad de las "conquistas" del autor y su moralidad. En esos momentos es poco lo que sabemos de La Habana pero mucho de las apetencias sexuales de Vila a quien gustan sobre manera las chicas jovencitas, cuanto más jovencitas mejor, prácticamente niñas. Lo deja dicho en un párrafo que encuentro bastante desagradable, aunque quizá sea por mi formación moral: "Al mirar su infantil rostro, mientras me corría pensé: quien no se ha follado a una niña (o a un niño, que hay gustos para todo) desconoce el verdadero goce sexual humano" (p. 296). Imagino que es una exageración, pero tiene gracia con qué autoritarismo deciden muchos libertarios lo que es "verdadero" o no en términos absolutos en las experiencias ajenas.
A propósito, me llamó la atención la cantidad de chavalas, jineteras o no, con las que folla o intenta follar Vila y cuyos nombres empiezan con Y. Registré: Yozala, Yasimar, Yavila, Yolanda, Ysamar, Yanet, Yaquelín, Yemen, Yumabel, Yucabel, Yordanka, Yavela, Yohana, Yosabeth y seguro que me faltan algunas. No estoy haciendo un elenco de los ligues del autor ya que, según dice, se acostó con muchas más con otros nombres, pero me quedé pensando que ahora entendía el por qué del título del famoso blog de Yoani Sánchez, Generación Y, son muchos los nombres que empiezan por una y griega o la contienen en un país en el que, como advierte Vila en un par de ocasiones, no hay más reglas para imponer nombres a los recién nacidos que no sean palabras malsonantes y cosas así.
Aparte de intentar ligarse a cuanta habanera se le pone a tiro, generalmente con buenos resultados, según afirma Vila, que no para quieto en los ocho meses, se busca conflictos permanentes con las autoridades por su resistencia permanente a los controles e identificaciones. Así llega a decir: "debería de existir un derecho humano a no identicarse ante nadie". (p. 346)
Es una de las caracteristicas del autor: opiniones radicales, tajantes, muy personales, nada convencionales, a veces supongo que escandalosas que va desgranando a lo largo de la obra. Así dice que le dijo a uno de sus ligues: "Todas las mujeres sois iguales. Cobréis o no cobréis; sois unas putas" (p. 363), opiniones que seguramente no le granjearán muchas amistades, cosa que no me extraña y que constituyen generalizaciones tanto más injustas cuanto que son enunciadas por personas muy celosas de su individualidad inconfundible. Porque imagino que esto es como si una mujer dijera a un hombre: "Todos los hombres sois iguales. Paguéis o no paguéis; sois unos imbéciles". Claro que eso se queda chico en comparación con un poema que incluye en el libro con el título Deseos humanos en el que dice : "¡Quiero follarme a mi Madre!/como antes mi Padre/se la folló./Muero por darle/el mayor placer de la vida/¡sentir el orgasmo del hijo que ella engendró!/(todas las Madres disfrutan viendo disfrutar a sus hijos)" (p. 526). En fin, todo un personaje de gustos, tendencias y opiniones fuera de lo común. Basta con leer el epitafio que se tiene preparado y que incluye en este insólito Diario No Velado de La Habana: Xabier Vila-Coia, morreu como viviu: ¡dando polo cu! (Xabier Vila-Coia, murió como vivió: ¡dando por culo!" (p. 406)).