Después de leer en El País las andanzas de los descerebrados del Comando Vizcaya puede uno preguntarse cómo se habrán puesto esas tres bombas de ayer en Málaga. Digo esto porque da la impresión de que los del comando eran como los delincuentes de Rufufú, título que se dio aquí a I soliti ignoti, de Mario Monicelli, recientemente fallecido. Se trataba de chupar rueda del éxito de Rififi icono del cine negro francés, de Jules Dassin, y haciendo ver que era lo contrario, esto es, si los de Rififi eran muy listos, los de Rufufú eran unos verdaderos idiotas. Pues eso.
Quiero decir que dadas las circunstancias de agobio por las que atraviesa ETA, perseguida, deslegitimada, acorralada, es posible que esas bombas no las haya puesto un comando como tal sino tres chavales que van de veraneo con sus padres, con un petardo en la mochila y en vez de salir el sábado de kale borroka en Lekeitio prefieren plantar una bomba en Torremolinos o en Málaga. Así la banda se ahorra un dinero en alquileres, trasportes y hasta manutención pues todo corre a cargo de los padres, que pueden estar enterados de los entretenimientos de sus hijos o no. Es sólo una hipótesis pero a la vista de la crónica de El Pais, comprobando cómo trabajan estos terroristas de vía estrecha, es bastante verosímil.
Esa lamentable falta de profesionalidad en la noble arte de despanzurrar al prójimo en defensa de gloriosos ideales es consecuencia de las circunstancias biográficas en que se recluta hoy día a los alevines de terroristas, esto es, en las cuadrillas de amigos, esas peculiares formas de asociación juvenil en el País Vasco que hacen las delicias de los sociólogos, los antropólogos culturales, los psicólogos y, últimamente, los terroristas y sus feroces depredadores, los sabuesos de la policía. En esas cuadrillas que son formas de socialización crecen los chavales en mitad de pautas morales de muchas clases, una de ellas, sin duda, independentista, antiespañola, violenta, con culto a ETA. Son como sectas y, tratandose de chavales, con tendencias agresivas, belicosas. Lo que hacen todos los chavales en todas partes.
En algunos casos (ese de la carta a sus padres, explicando su decisión de pasar de la condición de "legal" a la de "liberado") da la impresión de haber una cultura de la persecución, la lucha, el sacrificio, el martirio, también muy propio de las organizaciones sectarias. Se trata de comportamientos vocacionales, casi místicos. Es el pro Patria mori de esta generación de vascos. Anda que es poco romántico eso de aparecer en la tele con una capucha soltando comunicados en pro de la Patria Vasca. ¡Mira Aita, ese de la capucha soy yo!
Sí efectivamente, muy mal debe de estar ETA para reclutar chavales y además tan fanáticos. Todo el mundo sabe que lo único que da resultado en el tipo de negociado que tiene montado ETA son asesinos profesionales. Pero, claro, cuestan mucho tanto contratarlos como fabricarlos uno mismo. Por eso acaban siendo responsables de las ekintzas estos pobres majaderos que creen que están jugando a policías y ladrones.
¿Tan mal como para desaparecer? Desde luego que sería estupendo. Fraga y ETA son lo único que nos queda del franquismo. El primero ya va para largo que no hace mucho daño y la segunda tampoco. Según asegura Txema Montero en una entrevista también en El País el fin de ETA empezará cuando considere que ha llegado el momento de asesinar a nacionalistas. La verdad es tremendo leer algo así. Es tal el encanallamiento moral del País Vasco con esa lacra de terrorismo que la gente parece perder el sentido de la medida; incluso gente prudente como este abogado que fue de HB, pero expulsado en 1992 probablemente por falta de fe en la lucha armada etc, etc. Porque decir que ETA puede decidirse a matar nacionalistas es reconocer que ahora tiene decidido no hacerlo. Y eso plantea para mí el verdadero problema moral del País Vasco y el valor que tiene el ser allí nacionalista. Para explicarme con claridad: si yo fuera nacionalista vasco dejaría de serlo en el momento en que me enterara de que unos canallas andan asesinando a nuestros semejantes por no serlo y que, por lo tanto, ser nacionalista es un modo de asegurarse la seguridad personal. Dejaría de serlo ipso facto y durante todo el tiempo en que los canallas estuvieran cometiendo sus fechorías.
No siendo vasco ni nacionalista es poco lo que puedo hacer pero ese poco lo hago: no defender el derecho de autodeterminación (del que soy firme partidario) en tanto haya criminales asesinando gente en defensa de ese mismo derecho.
(La imagen superior es una foto de jmendicute, la inferior de Kontrainformatu, ambas bajo licencia de Creative Commons).