Me refiero al Gobierno y más en concreto a los Ministerios relacionados directamente con el de Economía. El señor Rodríguez Zapatero ha tomado la insólita decisión de convocar a la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos para el miércoles. Y eso que no hay crisis, que es solamente un "frenazo". Ha pedido a los asistentes que lleven informes sobre cómo impactan las medidas del Gobierno referidas a esa no-crisis cuyo nombre acabará siendo como la falsa monea, que de mano en mano va pero nadie se la quea. Es decir los tiene trabajando desde la semana pasada porque los informes, supongo, no se improvisan; aunque no sé yo qué hará el señor Sebatián que ha ido a Pekín a fomentar las relaciones comerciales con China y no, claro que no, a ver los juegos olímpicos. Mucho tiempo no le queda para el informe.
En todo caso tampoco es tan importante porque el problema real que tiene el Gobierno no es la crisis que se niega a nombrar en una actitud que da risa cuando en casi todos los países europeos importantes se detiene el crecimiento del PIB y se acerca una recesión. Esa crisis que ya está aquí, que ya estaba aquí hace un año porque el sistema capitalista es el que es, no va a verse grandemente afectada por las medidas gubernativas. El problema real que tiene el Gobierno de España no es sólo la crisis; es principalmente Cataluña.
La señora vicepresidenta dice que el señor Montilla ha incurrido en un "exceso" de palabra, es decir, el señor Montilla ha hablado ex abundantia cordis y por lo tanto no hay que hacerle mucho caso. ¿Y qué le sucede al señor Montilla? Que está muy irritado porque pasó el nueve de agosto fecha en que, según el estatuto (tengo entendido), la negociación sobre financiación de la Comunidad Autónoma de Cataluña tendría que estar concluida y no estaba ni iniciada. Cualquiera se irritaría, me atrevo a pensar, con permiso de la señora De la Vega.
Pero lo que fastidia por estos pagos no es que el señor Montilla incurra en demasías verbales, si lo son, sino que los políticos catalanes hayan cerrado filas tras la reivindicación de financiación, tripartito con CiU, frente cerrado de izquierda y nacionalista contra el Gobierno del Estado. ¡El Partido del Gobierno del Estado contra el Partido del Gobierno del Estado! Lo nunca visto. Queda fuera el Partido Popular, aunque no es por falta de ganas sino porque los frentistas no lo quieren. El frente ha dado a entender (o así lo han interpretado los medios) que condiciona la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado a la solución de la cuestion pendiente de la pela. Si esto es cierto hay que esperar que, de no haber acuerdo de financiación en el Principado, los veinticinco diputados del Partit dels Socialistes de Catalunya voten en contra de los presupuestos, en contra de su Partido y de su Gobierno. Castañas.
Los ministros que llevan una semana redactando el informe del impacto económico (menos el señor Sebastián, evidentemente) han perdido el tiempo. Porque el problema más acuciante es el catalán. Es decir, van a seguir sin vacaciones porque tendrán que hacer otro informe sobre cómo ven ellos la cuestión catalana. Los informantes son los mismos; al tratarse de financiación está bien que estén los ministerios con competencias económicas.
La cuestión catalana, además de la vertiente económica tiene la política. El PSOE deberá decidir si acepta que el PSC sea un partido independiente que puede romper la disciplina de voto cuando lo estime oportuno. Y si no lo acepta será interesante ver qué propone para resolver esa muy evidente escisión cataláunica en el partido que se precia de "vertebrar a España". Filosóficamente hablando esto no es muy grave ya que quien vertebra desvertebra, pero políticamente es básico porque significa cruzar la raya que separa al amigo del enemigo, cisura decisiva en el campo político, como nos enseña Carl Schmitt.
Y este problema no es solamente una manía más del PP, al estilo de "España se rompe" y "España se hunde" de hace unos meses y días, como sostiene el diario Público cuando titula El PP cambia de lema: ahora es el PSOE el que se rompe. Es mucho más, es un problema real y acuciante que afecta a la base de apoyo parlamentario de un gobierno en minoría. Sobre todo cuando el mismo diario se ve obligado a rotular horas después que El PSC abre un frente con las comunidades socialistas. Es muy posible que la queja catalana esté fundamentada, esto es, que el Gobierno no cumple el Estatuto aprobado hace ya dos años. No voy a ponerme a comprobarlo, aunque quizá no lo cumpla porque, estando recurrido ante el Tribunal Constitucional, piensa que es como si estuviera en suspenso. La razón o sinrazón del problema es aquí lo de menos; lo que se solventa es si el PSOE forma un único grupo parlamentario o no y a quién elige cada cual porque imagino que habrá ciudadanos en Cataluña que se quedarán a cuadros cuando vean a sus representantes votando en contra del PSOE que es el partido al que ellos han votado.
Así que supongo que la tal Comisión Delegada y es posible que el Gobierno en pleno se queden sin vacaciones. No está el horno para bollos.
Los nacionalismos son un mundo tupido en Europa y causa de mucha, muchísima agitación. Esa insistencia vasca y catalana por tirar en sentido centrífugo en España y esa tendencia española a tensar en sentido centrípeto en un tira y afloja perpetuo no tendrá solución mientras los españoles no reconozcan el derecho de autodeterminación de catalanes, vascos, gallegos y todos cuantos lo pidan, en el entendimiento de que lo pedirán entes viables. (Personalmente no tengo nada contra la idea de reconocerselo también a los entes "inviables", pero no quiero entretenerme ahora con razonamientos laterales). Es más entiendo que, de reconocerse y ejercerse tal derecho, tanto el País Vasco como Cataluña optarían por quedarse en España. Es la obstinada negativa a reconocerlo la que está haciendo aumentar la cantidad de independentistas.
En todo caso no se trata de una defensa pragmática del derecho de autodeterminación en el sentido de que se apoye porque se piense que se va a ganar. Ese derecho debe reconocerse con independencia de cual haya de ser el resultado de una hipotética consulta. Sólo así podría acometerse legítimamente una reforma del sistema electoral que atenúe o suprima la capacidad de presión de los partidos nacionalistas.
(La imagen es una foto de Jordi Gomara (itaca2000), bajo licencia de Creative Commons).