Casi todas las magnitudes económicas muestran que la "desaceleración" se está acelerando mucho; tanto que puede entrar en recesión; sí, sí, recesión, caracterizada por eso que los economistas, eternos inventores de circunloquios, llaman "crecimiento negativo", o sea, decrecimiento. A estas alturas ya no debe de quedar nada del famoso superávit de que tanto presumía en las elecciones todavía no hace un mes el señor Rodríguez zapatero. La Seguridad Social puede encontrarse en números rojos en cuanto nos descuidemos. Y a ver qué pasa con las prestaciones por desempleo.
Las previsiones del Gobierno duran lo que duran los nuevos datos en hacerse públicos: la inflación va a seguir subiendo, el paro aumentando, las previsiones de crecimiento del PIB reculando y aquello tan consolador de que íbamos a salir del bache a mediados de 2009 parece camino de quedarse en agua de borrajas porque la crisis puede durar más de lo previsto.
Es que ya todo es más (o menos) de lo previsto. Como es lógico. La crisis es inducida, viene de las hipotecas basura estadounidenses, de la inseguridad en las materias primas, del vertiginoso encarecimiento del petróleo, todo lo cual se reduce a una sola causa: los Estados Unidos que consumen casi el 50% de la energía del mundo pero representan el 5% de la población.
De momento, mientras se endereza este entuerto, que va para largo, las autoridades de los países que, como el nuestro, sufren la crisis como un efecto spill over (al que han añadido un efecto multiplicador interno nada desdeñable) tienen que hacerle frente con medidas originales. Y por medidas originales no puedo entender eso que ahora piden todos los empresarios de la construcción a grito pelado (después de haber apoyado las tesis más neoliberales en contra del intervencionismo estatal) de que se arbitren medidas para paliar la situación del "sector". No veo por qué se tienen que arbitrar esas medidas que tendremos que pagar todos los contribuyentes para rescatar a un sector que lleva más de veinte años especulando con un derecho fundamental de los españoles y embolsándose márgenes de beneficio superiores al cuarenta por cien. Lo lógico es que, quienes compiten en el mercado y pagan a propagandistas mediáticos de todo pelaje que enaltecen el funcionamiento de la ley de la oferta y la demanda, sigan en ello y sin pedir subvenciones públicas. ¿Que no basta con ajustarse a la ley de la oferta y la demanda porque la demanda se ha desplomado? ¿Y qué tal si consideran la posibilidad de bajar los precios que en muchos productos están obviamente exagerados? A lo mejor no se hacen ricos tan rápidamente, pero tendrán unos negocios rentables.
(La imagen es una foto de xeni, bajo licencia de Creative Commons).