La trifulca en el seno del PP es de órdago, como corresponde al hecho de que su principal escenario se haya desplazado al País Vasco. Ayer cundía el desconcierto en los medios y mentideros políticos pues nadie se explicaba que, si los tres redactores de la ponencia habían llegado a un texto consensuado el domingo por la tarde (al decir de dos de ellos), la señora San Gil retirara su firma por la noche argumentando diferencias fundamentales con la línea política en relación con los nacionalismos pero sin especificar cuáles. En mi post de ayer, Principio y tente tieso, exponía mi sospecha de que no había tales diferencias de principio y que el desplante de doña María podía ser parte de la estrategia calculada del grupo de los "duros" del PP, los "persas", como diría un liberal décimonónico, para deshacerse del señor Rajoy y poner en su lugar a alguien más en la línea "neocon". Tal es asimismo la interpretación que da hoy El País, para quien El choque con San Gil refuerza al polo anti-Rajoy que amenaza al líder del PP.
Pero, después de haber escuchado las explicaciones de unos y otros me inclino a pensar que sí, que había algunas diferencias (seguramente no fundamentales y más de matiz), pero las había. Este es el punto de vista de Libertad Digital para quien está clarísimo que Génova intenta desacreditar a San Gil exhibiendo ahora como propia la ponencia que quiso censurar. En opinión del diario derechista, los "conciliadores" del señor Rajoy, los "centristas" intentan un golpe de mano en la dirección del partido y, a tal fin, encargaron al señor José María Lassalle que enmendara el texto de la ponencia política limándolo hasta hacerlo aceptable a El País. Estos medios no perdonan al señor Lassalle que tuviera la desvergüenza de publicar hace poco un artículo en el citado diario llamado, Liberalismo antipático. No debe olvidarse que, en buena medida, la pelea política en España es también una pelea entre medios a ver quién capta más audiencia, y escribir para la competencia es equivalente a alta traición. En el momento en que María la Brava se planta Lassalle y los otros blandengues marianistas recogen velas a todo trapo, pero ya es tarde pues han sido desenmascarados.
Mi interpretación va ahora más en esta línea: entiendo que sí, que hay discrepancias y que éstas no son graves; pero la situación está tan deteriorada, los ánimos tan enconados, las posiciones tan anfrentadas que cualquier desacuerdo, por pequeño que sea, tiende a magnificarse y convertirse en casus belli. La última decisión del señor Rajoy de pedir silencio al corral obedece a esta convicción: cuanto más hablen los militante del PP, los "persas" y los otros, peor irán las cosas porque parece haberse alcanzado ya ese punto de no retorno en las organizaciones en que, se haga lo que se haga en ellas, se quiebran. En su interior se ha perdido la confianza mutua y la confianza, como la virginidad, cuando se pierde, no se recupera.
Da la impresión de que, si el señor Rajoy quiere sobrevivir políticamente, tendrá que plegarse a los persas y, si se pliega a los persas, probablemente perderá las elecciones siguientes que es lo que están todos esperando para deshacerse de él. Amargo sino, que diría Goya.
(La imagen es una foto de Sagabardon, bajo licencia de Creative Commons).