Como se pudo ver en el post de ayer determinar las tareas del Gobierno en la próxima legislatura es cosa fácil. Cuando un partido gana las elecciones suele disponer de abundancia de puestos y cargos para satisfacer ambiciones de unos y otros de forma que no ve desgarrado o entorpecido por ambiciones personales. Puede que haya algunos rifirrafes, siempre inevitables en los asuntos humanos pero no es difícil encontrar acomodo para todos ya sea con nombramientos o con expectativas de nombramientos, lo que permite al partido concentrarse en asuntos objetivos y adelantar propuestas programáticas que encarrilan el debate público sobre los asuntos de interés general.
Las dificultades se acumulan en el caso del partido que pierde las elecciones. Tiene éste que acometer tres tareas: a) analizar las causas de la derrota electoral; b) realizar los cambios orgánicos pertinentes resultado de tal análisis; y c) articular la táctica de la oposición al gobierno de acuerdo con las condiciones cambiantes. En el caso del PP, sin embargo, ni se ha comenzado la tarea a) de análisis pero el señor Rajoy ya estaba acometiendo la b) a base de afirmar que piensa permanecer en su puesto (al contrario de lo que hacía en ese mismo momento el señor Llamazares en relación con IU) y presentarse al congreso del partido en junio pero, afirma, con su propio equipo. La primera víctima del cambio de equipo ha sido el portavoz, señor Zaplana, y hasta el próximo lunes no se conocerá qué otras alteraciones pueden producirse, dado que estas no dependerán del análisis de la derrota electoral, sino de la exclusiva voluntad del señor Rajoy.
Parece claro que el procedimiento es torpe y preanuncia posteriores dificultades. A falta de un análisis de las causas de la derrota electoral, ésta puede deberse al equipo dirigente del partido o no. De no ser así, carece de sentido renovarlo. De ser el tal equipo responsable de la derrota, lo procedente sería, precisamente, renovarlo con su máximo dirigente, el señor Rajoy, a la cabeza que, en principio, debe asumir la responsabilidad principal por ella. Sin embargo se ha impuesto la decisión del Presidente, según parece consultada tan sólo con su almohada, de renovar el equipo excluyéndose a sí mismo. Es posible que, dada la tendencia de las organizaciones, especialmente en la derecha, a someterse a las decisiones autoritarias, ésta acabe siendo aceptada en el próximo congreso. Pero también lo es que en él se presente alguna candidatura alternativa que abra un periodo de crisis.
En cualquiera de los dos casos habiéndose adoptado los cambios orgánicos en el partido correspondientes a un análisis que no se ha hecho, va de suyo que será difícil, si no imposible, establecer una táctica de oposición adecuada a las nuevas circunstancias. En este momento ni siquiera se sabe si el PP votará en contra de la investidura del señor Rodríguez Zapatero o se abstendrá. Y esa incertidumbre afecta al resto de las decisiones del partido: no se sabe si se propugnarán o no pactos en los llamados "asuntos de Estado", si la oposición incidirá en las cuestiones económicas o en las de la lucha contra el terrorismo, si se propiciarán o no alianzas con otras fuerzas parlamentarias, etc.
Pero como la naturaleza aborrece el vacío, otras instancias vienen a suplir las carencias antedichas: determinados dirigentes del partido, con mayor o menor autonomía, hacen declaraciones que se dirigen en un sentido u otro y ciertos medios de comunicación, que forman parte de lo que se conoce como "la derecha mediática" y que apoyan a unas u otras hipotéticas fracciones dentro del PP, apuntan a su vez modales propios. Todo lo cual ofrece un espectáculo de relativo desorden y falta de preparación en el principal partido de la oposición.
A falta de explicación más convincente parece razonable concluir que, por las razones que sean y que tiempo habrá de considerar con mayor detenimiento, el señor Rajoy ha optado por garantizarse su posición personal como futuro candidato del PP por tercera vez a la presidencia del Gobierno. La decisión revela escasa consideración respecto a los intereses del partido, de los que su Secretario General, señor Acebes, no para de hablar, como si ello pudiera protegerlo de un destino similar al del señor Zaplana. Nada de extraño tendría que, una vez superado el primer efecto sorpresa, otras tendencias se hagan patentes en el seno del PP, amparadas en la nada desdeñable presunción de que quien ha perdido dos elecciones seguidas no es la persona más adecuada para dirigir al partido hacia la victoria en la tercera. El mencionado "frente mediático de la derecha", ese que se pasa la vida diciendo desde media docena de periódicos, varias emisoras de radio y algunas cadenas de televisión que la izquierda dispone de un monopolio mediático, puede organizar una campaña en contra del señor Rajoy por haberse postulado a dirigente de la oposición si pedir permiso a los locutores, directores de periódico y columnistas de la derecha, que son legión
Lo que de momento está claro es que el principal partido de la oposición no dispone de una táctica nueva que oponer a la nueva etapa de gobierno del PSOE y, en estos asuntos, como cuando se someten a votación losPresupuestos Generales del Estado, si estos no se aprueban, se entienden prorrogados los del ejercicio anterior. Es decir, mientras nada permita concluir lo contrario, el PP empezará la legislatura con la táctica de oposición que le condujo a la derrota hace quince días.
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