Se me ha ocurrido hacer una visita a mis dos hijos que viven en los Estados Unidos, aprovechando las vacaciones. Vaya experiencia la entrada en el país más poderoso de la tierra. Siempre fue complicada pero, desde que se ha apoderado de él este frenesí un poco histérico de la seguridad, se ha convertido en una tortura. A las larguísimas colas que hay que hacer en el servicio de inmigración, en el que unos policías displicentes se toman las cosas con la pachorra que en principio se usa al sur de Río Grande, se ha unido ahora la repugnante práctica de fichar a todo extranjero que asoma el morro por aquí.
Y fichar quiere decir fichar como si fuéramos indeseables: las huellas digitales de los diez dedos de las manos y una foto del turista, con lo que se refuerza la imagen de que se está tratando a los visitantes como potenciales delincuentes y algunos de ellos lo serán, sin duda, pero la autoridad no puede tratarnos a todos como si todos lo fuéramos, so pena de hacer el ridículo y crear atascos, molestias y problemas de todo tipo que es justamente lo que todos quieren: los terroristas porque, a falta de una carnicería, por lo menos consiguen fastidiar a un montón de gente, y las autoridades porque, de este modo, los sufridos administrados nos damos cuenta de cuán necesarias son y cuántos sus desvelos. Todos tratados como borregos pero borregos muy orgullosos de serlo y así, mientras perdemos el tiempo a raudales, tenemos la satisfacción de hacerlo por una noble causa, la que se anuncia por doquier y sin el más leve rasgo de ironía. El mismo grave sentido de las responsabilidad que llevó a los nazis a escribir a la entrada de los campos de concentración aquello del Arbeit macht frei se reproduce aquí pues mientras las autoridades maltratan a la gente en todas partes puede leerse que la idea es Keep America's doors open and our Nation secure, esto es, "mantener abiertas las puertas de América y segura nuestra nación." Hay que fastidiarse. Es justamente al revés y la prueba de que América es cada vez más insegura es este mismo cartel. Pero vaya Vd. a explicárselo a Mr. Bush o a quienes lo apoyan o trabajan para él, satisfechísimos de estar venciendo en la "guerra global contra el terrorismo".
Y todas estas desgracias se le ocumulan si va Vd. en vuelo directo. Como tenga Vd, que hacer un transbordo, lo anterior se repite en buena medida, de forma más irritante y, además... la primera potencia del mundo puede perderle a Vd. las maletas. Y no solamente a Vd., sino a una docena de pasajeros que venían en el mismo vuelo. Y no solamente hoy sino, como dicen los empleados de la línea en cuentión mientras toman nota de las reclamaciones con aire de cumplir rutinas, en casi todos los vuelos; esto es una costumbre. Así también mantengo yo los precios bajos en la competencia: llegando tarde, amontonando al personal como si de borregos se tratara y perdiendo su equipaje.
Es literalmente el Tercer Mundo en el Primero.
(La foto es de júbilo·haku bajo licencia de Creative Commons).