La Fundación MAPFRE, que tiene la buena idea de organizar exposiciones temáticas sobre asuntos poco frecuentes, autores injustamente olvidados u obras difíciles de encontrar, presenta una ahora dedicada a un tema que encuentro de sumo interés: las mujeres pintoras, algo de lo que casi no se habla dado que la pintura, como muchas otras actividades humanas, acostumbraba a ser territorio exclusivamente masculino desde sus orígenes hasta la segunda mitad del siglo XIX, con las muy notables y contadas excepciones de Hildegarde von Bingen en la Edad Media, las hermanas Anguissola, Lavinia Fontana, la Tintoretta, Catherina van Hemessen en el Renacimiento, Artemisia Gentileschi, Rosalba Carriera o Judith Leyster en el barroco, Angelica Kauffmann, Adelaide Labille-Guiard y Elisabeth Vigée-Le Brun en el XVIII, entre otras, prácticamente ninguna de las cuales es conocida del gran público. Y no era fácil que lo fueran en un mundo abrumadoramente de hombres en el que las mujeres no tenían acceso a actividades profesionales o gremiales (la pintura fue un gremio desde el comienzo bajo la advocación de San Lucas, l Evangelista pintor) o, incluso, a los estudios.
Esa tendencia empieza a romperse con la implantación de la ley del mercado en la producción artística, especialmente la pictórica, a partir de la segunda mitad del XIX, coincidiendo con la aparición del impresionismo. Surgen así mujeres que van dejando su impronta en el arte plástica por excelencia y abren el camino al día de hoy, cuando la pintura contemporánea cuenta con un abundante plantel de creadoras de todos los países. A ellas está dedicada la exposición de MAPFRE que tiene un gran interés.
Vienen a ser unas cuarenta mujeres que representan a todos los países y prácticamente todos los estilos y con un variado grado de reconocimiento general. Así, mientras que algunas, como la modernista Tamara de Lempicka, la impresionista Mary Cassat o l muy personal Frida Kahlo tienen un prestigio y aceptación que en nada desmerece a los de muchos de sus contemporáneos, como Adolphe Mucha, Gustave Caillebotte o Diego Rivera, el marido de Kahlo, otras son mucho menos conocidas, como Maria Blanchard o Natalia Goncharova. Y, por supuesto, también faltan algunas que podrían figurar aquí tan dignamente, como Berthe Morisot.
Como es de suponer, no hay muchos elementos en común entre tantas y tan distintas creadoras que siguen estilos muy diferentes, algunas como verdaderas creadoras, aunque sí es cierto, me parece, que se da cierta constante genérica en cuanto a los temas, sin duda por la posición socialmente subordinada de las mujeres hasta hace muy poco: escenas íntimas, familiares, niños y bebés (Cassat, por ejemplo, prácticamente no pintó otra cosa), retratos y paisajes tranquilos. Escasísimas alegorías, mitologías, escenas bélicas o acontecimientos sociales, temas literarios o pompa y circunstancia.
Casi todas las mujeres aquí reunidas me parecen admirables, pero tengo especial predilección por Leonora Carrington (la imagen superior, llamada Bath Birth) que, además de gran pintora fue una extraordinaria mujer, miembro del círculo surrealista francés en los años de 1930, compañera y amante de Max Ernst, cuya influencia es visible en su obra, recluida en un campo de concentración, exiliada luego en México, así como los EEUU y el Canadá, realizó una muy notable obra no sólo en el campo pictórico, sino también en el literario. Por todo ello me extaña que la exposición no incluya ninguna muestra de la que fue su íntima amiga, la española Remedios Varo, otra biografía tubulenta, también introducida en los cículos surrealistas, esposa de Benjamin Péret, con quien compartió exilio en México y prolífica pintora (véase una estupenda obra a la izquierda) prematuramente desaparecida y que solía referirse a Carrington como "mi alma gemela artística".
En resumen, una admirable iniciativa de la Fundación Mapfre que hay que saludar por la oportunidad que ofrece de visitar un territorio poco frecuentado y muchas veces negado por el machismo imperante, esto es, el de la capacidad creadora de las mujeres.
(La primera imagen, portada del catálogo de la exposición, es un mgnífico y conocido retrato de Tamara de Lempicka de no recuerdo qué condesa. Las otras dos son de Carrington y Varo y no están en la exposición).