Arrecia la contestación a la Monarquía en España. Algún(a) amable lector/a de conviciones republicanas manifestaba ayer prevención frente a lo que está sucediendo y negaba que fuera momento oportuno para cuestionar la legitimidad de la Monarquía y proponer la (re)instauración de la República.
Entiendo que sí ya que la contestación virulenta que la Corona está cosechando no es, me parece, peligrosa. Hay una parte movida por la izquierda, nacionalista o no, y otra por un sector de la derecha mediática. La contestación antimonárquica de la izquierda da la impresión de ser una primera respuesta al secuestro de la revista El jueves, que sigue in crescendo con cada nueva acción represiva de las autoridades en la conocida espiral de acción/represión/más acción/más represión. En su día se les dijo a los fiscales que meter a alguien un puro por una viñeta era un disparate que pondría a la Monarquía en el punto de mira de la protesta popular. Y ya venir pidiendo penas de cárcel por quemar la efigie de los Reyes o arriar la bandera rojigualda e izar la tricolor parece cosa de agentes provocadores. Que Dios proteja a la Monarquía de sus solícitos guardianes.
Hay quien sospecha que este celo incriminatorio es una táctica de la extrema derecha, que abunda en el poder judicial, para crear problemas a la Corona. No seré yo quien niegue tal posibilidad habiendo jueces y fiscales franquistas en activo, como el juez García Calvo en el Tribunal Constitucional o el fiscal Eduardo Fungairiño. Pero eso no me parece determinante. Antes creo que es un puro exceso de celo, del que abunda en la estólida actitud del viejo fiat iustitia pereat mundus.
No es el Gobierno quien puede hacer algo en relación con este activismo judicial antirrepublicano que nos va a llevar a la absurda situación de que en España, por primera vez en treinta años, vuelva a haber presos políticos. (Recuerdo al respetable que no considero a los etarras presos políticos). Curiosamente, en esta ridícula situación, el que puede hacer algo efectivo es el Rey y mira por dónde eso serviría más para legitimar la Monarquía que seguir mandando chavales a la trena. ¿Cómo? Avisando desde ahora mismo de que usará la prerrogativa de gracia que la Constitución le reconoce con cada condenado por injurias a la Corona. Cierto que la prerrogativa no es de libre disposición sino que el Rey ha de estar a lo que diga el Gobierno. Pero nadie puede impedirle formular su deseo sobre todo porque puede aportar el buen ejemplo del Papa Juan Pablo II, quien perdonó al que le descerrajó varios tiros. Por supuesto ello no hará justicia a los chavales que en principio no tendrían que haber sido procesados pero, al menos, mitigará la injusticia.
La campaña de la derecha mediática no es en contra de la Monarquía sino, en algún caso aislado, contra don Juan Carlos. En la derecha sigue dándose el mismo abanico de actitudes que siempre: a favor de la monarquía por principio (ABC), a favor por criterio utilitario, ya que con esa política se supone que el PP pueda ganar las elecciones (El MUndo) y en contra con el estilo antimonárquico que tenían los falangistas y los franquistas que no querían "reyes idiotas que no sepan gobernar" y que es más o menos el punto de vista de la COPE sobre el Rey. Pero hasta la COPE quiere la monarquía puesto que propone cambiar a un Rey que le cae gordo por otro que no le caiga tan gordo. En consecuencia, no veo por qué no sea buen momento para plantear la cuestión Monarquía/República. Y, en todo caso, hay que hacerle muy presente al Jefe del Estado español que la represión sólo genera frustración y rencor y, al final, puede salir el tiro por la culata. Que tampoco es tan obvio que la gente haya de aceptar sin más que la Jefatura del Estado encarne en un miembro de una dinastía que el pueblo ha expulsado ya dos veces, en 1868 y en 1931.