La Fundación del Canal de Isabel II, que está en la Plaza de Castilla con entrada por Mateo Inurria, presenta una curiosa exposición de fotografía temática que, como indica el cartel anunciador de la izquierda, tiene por objeto el culo. La idea es original y el resultado, muy interesante. La exposición consiste en una serie de fotografías de muy distintos fotógrafos, entre ellos algunos de los más famosos del mundo, vivos o muertos, como Sebastiao Salgado, Man Ray, André Kertész, Henri Cartier-Bresson, García-Alix o Robert Capa, cuyo hilo conductor es exactamente lo que la estampa sugiere, el culo.
La exposición está magníficamente montada, simulando habitaciones con paredes tapizadas como de raso rojo y puertas con mirillas redondas, que invitan a hacer de Peeping Tom, lo que guarda cierta perversa relación con la parte del cuerpo a que se destinan las obras expuestas. Dan un folleto del que salen las fotos que reproduzco con un texto de Luis Alberto de Cuenca sobre idéntico tema, agudo, erudito y admirablemente bien escrito.
Cuando a uno le hacen sin más la propuesta de mirar y admirar fotografías del culo no sabe uno bien qué pensar. A bote pronto es difícil visualizar el culo, esto es, la "culidad", que se diría en términos de la polémica de los universales. Pero cabe apreciar sin más un culo individual, como el de la mujer cubana de la derecha. De inmediato se dirá que el impacto de la imagen viene por los accesorios al culo en sí mismo, las rayas onduladas del vestido y las verticales de contraste en las paredes. Por lo que sea pero está bien claro, de modo directo e intuitivo el sentido de esta exposición porque el culo es una parte tan fotogénica del cuerpo humano como cualquier otra. O más por razones que estrictamente saltan a la vista. Tan fotogénica y con tal carga erótica. En el citado prospecto dice Luis Alberto de Cuenca que, al hablar de culos, prefiere :
"hablar en femenino y en guapo, ya me disculparán, para que mi imaginación no se atrofie con visiones o pensamientos repelentes."
Se entiende, se entiende muy bien lo que dice el autor pero me parece una innecesaria restricción de un campo muy vasto.
No veo qué pueda haber en contra del culo del varón que en la imagen de la izquierda está componiendo la figura que Shakespeare llamaba el "animal de las dos espaldas". Un animal compuesto y hermoso. Obviamente, nada que objetar a ese culo que guarda todos los cánones y proporciones habidas y por haber.
La pregunta que se formula de inmediato es: y esto ¿es pronografía? A mi entender, no, pero eso quiere decir poco, lo admito, ya que la pornografía no está en las imágenes sino en los ojos que las miran. Ya es elástico el concepto de pornografía empleado como sinónimo de ese vagaroso ente de timorata ficción moral que se llama la
obscenidad. A su vez ésta es prima hermana de otro concepto e ilícito del código penal que llamamos "escándalo" el cual hace ya plena referencia a la subjetividad de quien se "escandalice". Y no haya duda, siempre habrá alguien a quien algo escandalice. En todo caso, por si cupiera la duda, ya que
esa tensión entre pornografía y decencia es una relación entre arte y moral, cosas muy subjetivas, donde puede verse muy bien este problema a título de ilustración es en la fotografía de la derecha. Considérese con detenimiento, reconstruyendo el triángulo que va de los ojos del viandante -que, obviamente no está prestando atención alguna al
bavardage de su esposa- al culo que aparece en el cuadro del escaparate, un óleo que recuerda vagamente a Dégas, y a nosotros mismos. Cuando dibujamos el triángulo y lo recorremos en sentido inverso o sea de nosotros mismos al culo y de ahí a la mirada del viandante, comprendemos su expresión y llegamos a preguntarnos por cuál habrá sido la nuestra. Esa luz de repentino y sutil entendimiento de lo que está pasando en la escena nos llega gracias a la rapidez y el toque maestro del artista fotógrafo. Éste ha sabido captar el momento significativo que explica muchas cosas en un instante que pudo quedar sin fijar, pasar y morir, desaparecer en el saco sin fondo del tiempo de esa realidad material que nunca llegó en verdad a ser pues no fue percibida, en función del viejo principio de
esse est percipi. Porque no hay que olvidar que la escena no es una composición, sino un instante real; un instante fútil y grave al mismo tiempo, efímero y eterno. Que eso es el arte.
Enviar este post a Menéame