El domingo, entrada libre a la exposición de Patinir que hay en el Museo del Prado, así que allí nos fuimos, a ver al padre de la paisajística flamenca y no flamenca. El paisaje es el marco de diferentes acciones humanas y motivos generalmente religiosos pero, al mirar con mayor detenimiento, se ve que es mucho más que un marco pues tiene vida propia y narra su historia, habitualmente muchas y en el que las figuras principales son como pegotes. En este "Descanso en la huida a Egipto" esa virgen que tanto recuerda a las de Van der Weyden o Gérard David, aparece como sobrepuesta en un escenario que tiene sus proporciones y su armonía sin ella . Una vez que el paisaje atrapa la atención se abre como una historia de forma que en este descanso vemos a un hombre arando, otro segando, varios más patrullando, otros degollando inocentes, etc, todos ellos dedicados a múltiples actividades en un mundo que aparece como suspendido, con el tiempo detenido, en el sosiego de la paz interior.
También se expone aquí "Caronte cruza la laguna Estigia" en el que el paisaje no es solamente ya marco, sino el elemento decisivo, la frontera y, por lo tanto, lo que separa y une a dos partes, el bien y el mal, en este caso, el cielo a la izquierda y el infierno a la derecha, en cada una de las cuales hay actividades propias de su condición: las bienaventuranzas de los justos, los ángeles por doquier, los dulces meandros de los ríos de la vida que van al común desembocar y los horribles tormentos de los condenados, los monstruos y las entrañas ardiendo de la tierra. El paisaje adquiere una condición metafísica porque se vincula como escenario a los momentos trascendentales de la existencia. La exposición está muy bien. Reúne casi todas las obras de Patinir, como treinta, e ilustra acerca de sus antecedentes, esto es, los pintores que más influyeron en él, así como consecuentes. Las influencias más notorias proceden del Bosco, al extremo de poder confundirlo con él en algún momento. Pero Patinir tiene un un espíritu más sosegado. Incluso tratando las postrimerías, las composiciones crean un mundo mágico, como encantado, raramente apocalíptico.